Año CXXXVI
 Nº 49.829
Rosario,
viernes  02 de
mayo de 2003
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Catástrofe. De chicos a jubilados: todos prestan ayuda en los centros de donación
El desastre en Santa Fe movilizó la solidaridad de miles de rosarinos
Llegan espontáneamente con bolsas de ropa y comida bajo el brazo, y se quedan a trabajar durante horas

Laura Vilche / La Capital

"Anoche tendría que haber ido a trabajar, pero no fui y no me importa. Y si ahora alguien me pide que viaje a Santa Fe a dar una mano no dudo en salir corriendo para allá". Osvaldo Ledesma es empleado y vive en Mendoza al 9900, pero el Día del Trabajador lo encontró en la otra punta de Rosario. Estaba recepcionando bolsas de alimentos, ropa y medicamentos en la sala Lavardén (Sarmiento y Mendoza), uno de los tantos centros de donaciones para los damnificados por las inundaciones del norte de la provincia. Al igual que él, miles de rosarinos se acercaron en forma espontánea a dar una mano a partir del martes pasado: maestros, estudiantes, empresarios, comerciantes, bomberos, scouts, médicos, enfermeros, religiosas, ex combatientes, amas de casa, chicos y adultos. Gente rápida de reflejos que en su mayoría llegó con una caja de ropa o de comida bajo el brazo y se quedó a ayudar durante horas.
Los voluntarios, en su mayoría, armaron bolsas, las apilaron, rotularon y hasta las cargaron en la bodega de una barcaza que partió ayer a las 5 desde el Monumento hacia la capital provincial.
Quienes coordinaron el embarque aseguran que cientos de manos anónimas aparecieron para trabajar, y que fue tanto el cargamento que la bodega de 2 mil toneladas de la embarcación partió hasta el tope. "Por poco nos quedan abajo las bolsas de papas que donaron unos verduleros", dijo José Salomón, jefe del grupo de scouts Cristo Rey, del barrio 7 de Septiembre.
Otros tantos colaboradores se acercaron a los centros de ayuda para ofrecer sus vehículos. Tal el caso de José Cloux, quien hasta hace unos meses tenía una empresa de servicios. La firma quebró, y él quedó desocupado con dos Traffic varadas en el garaje. "Apenas me enteré me fui a Cáritas con los vehículos, a mí ya no me sirven, pero a la gente de Santa Fe sí", comentó. También se acercaron a colaborar decenas de médicos, enfermeros y electricistas. Tantos, que obligaron a Defensa Civil a abrir un registro de voluntarios.
"Tomamos esta decisión porque queremos capitalizar la solidaridad de la gente y pretendemos que la cosa no se descontrole. Los que queremos ayudar debemos serenarnos porque aún queda mucho por hacer, recomponer esta situación llevará meses", remarcó Silvia Bustos, desde Defensa Civil.

Desconfianza vencida
De lo que no caben dudas es que en estos días la solidaridad venció a la desconfianza. Después de la infructuosa campaña en favor de los soldados durante la Guerra de Malvinas muchos vecinos plantearon su temor a que las donaciones lleguen efectivamente a destino. Pero fueron precisamente los ex combatientes quienes se encargaron de poner paños fríos. Raúl, uno de ellos, dijo: "Es cierto que el que se quema con leche ve la vaca y llora, pero nosotros les aseguramos que los camiones que salen de acá van custodiados con un veterano y el cargamento es recibido y distribuido por quince compañeros que hay en Santa Fe cocinando para la gente damnificada".
A las 14 de ayer, había una perrita atada a una reja de la sala Lavardén. "Es mía la pobre -explicó Ana María, una jubilada docente-; es que vine a preguntar si necesitaban ayuda y me quedé. La perra también está colaborando, fijate que hace una hora que la tengo atada y ni se queja. Esto es así, hay que ayudar sin titubear. También traje comida y alimentos con una empresa de taxis que ofreció trasladar las cosas sin costo.
Junto a Ana María trabajaba a toda máquina Manuela García Moiso, de 11 años. La nena mostraba lo que había llegado hacía minutos en un impecable bolso de bebé: un par de escarpines que enterneció al resto de los voluntarios.
Dos mujeres más recibían una caja con zapatos, comida, vasos y hasta la ropa en desuso de la abuela, que arrimó en su vehículo particular la familia Fisicaro, del barrio Triángulo.
A poco más de diez cuadras de allí, los autos se agolpaban en la puerta del Centro de Ex Combatientes de Ayacucho al 1400. "No paran de venir para traer cosas. Nosotros estamos acá las 24 horas y te aseguro que esto es incesante. Colchones, comida, ropa en buenísimo estado. La gente es magnífica", resaltó Carlos Taborda.
En la oficina de Defensa Civil, de Belgrano al 600, predominaba un ruido en manos de los voluntarios. El de la cinta de embalar. Es que la gente que prestaba ayuda allí no paraba de armar cajas, que rápidamente se llenaban con las donaciones que llegaban desde los centros de distrito municipales sur, norte y oeste.
Y en Cáritas (Balcarce al 1000), tal vez el lugar que los rosarinos tomaron como mayor referencia para hacer su donación, la presencia de voluntarios era desbordante. Cordones de gente pasándose las cajas de mano en mano para apilarlas, grupos seleccionando remedios, autos en doble fila frente a la entidad, desde donde bajaban padres y chicos con bolsas para donar: toda una muestra de solidaridad. "Necesito 20 voluntarios para que vayan al galpón que está acá a dos cuadras", gritó la directora de Cáritas Rosario, Norma Reyes, en un momento, y en un segundo tenía frente a ella a 40 personas. "Esto es increíble -se sonrió-, hasta le tuvimos que pedir a mucha gente que se vaya, pero no hay remedio, se quieren quedar".



Cáritas fue uno de los centros de recepción de ayuda. (Foto: Silvina Salinas)
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