Año CXXXVI
 Nº 49.829
Rosario,
viernes  02 de
mayo de 2003
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Editorial
La hora de la solidaridad

Cuando la naturaleza golpea con la furia que lo ha hecho en la capital santafesina, resultan nulas las posibilidades que el hombre tiene para defenderse del embate con éxito. El desborde del río Salado, histórico por su magnitud, convirtió a la ciudad en un lago, provocando muertos y desaparecidos, decenas de miles de evacuados y cuantiosas pérdidas materiales. A tal punto es dramática la situación que hay que remontarse hasta el lejano año 1914 para toparse con una inundación similar, pero cuyos efectos fueron menores. Sin embargo, en medio de la desolación imperante ha surgido un rayo de luz: la rápida reacción de muchos compatriotas solidarios, que prestaron su ayuda cuando más se la necesitaba.
Aunque ayer el nivel de las aguas había comenzado lentamente a bajar, las heridas infligidas a la ciudad por el meteoro son tan profundas que su cicatrización demandará un lapso prolongado. Muchos santafesinos no podrán retornar a sus hogares hasta dentro de un mes. Ayer, en la Legislatura, en un discurso atípico por su elevada temperatura emocional el gobernador Carlos Reutemann comparó lo ocurrido con la caída, en Nueva York, de las Torres Gemelas.
No quedan al parecer testigos con vida del desastre de 1914 y para informarse acerca de él no hay otro remedio que recurrir a los diarios de la época o a la involuntaria crónica en que muchas veces se erige la literatura y releer el cuento "Los inundados", del magistral Mateo Booz. De allí la sorpresa provocada por el devastador avance de un río manso que puede convertirse, sin previo aviso, en un monstruo incontrolable.
Pero esta no es hora de lamentos, ni tampoco de críticas. Este es el momento de la solidaridad. Sin embargo, no basta con la buena voluntad: se requieren organización y eficiencia. En las jornadas de ayer y anteayer pudieron observarse fallas tanto en la implementación como en la distribución de la ayuda. Habrá que corregirlas y hacerlo con urgencia. Una de las ciudades más emblemáticas de la Argentina vive sus horas más oscuras, pero confía en una rápida resurrección. Y para que ella ocurra se necesita, más que nunca, de la generosidad de todos.


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