Año CXXXVI
 Nº 49.829
Rosario,
viernes  02 de
mayo de 2003
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Reflexiones
Verdades intelectuales

Rafael Segovia / La Reforma (México)

Una tranquilidad cobarde domina al mundo: la guerra ha terminado. Ya nadie se pregunta cómo terminó, y le dan la razón, queriendo sin querer, a Cheney, que anunció cómo ha comenzado la liquidación de este conflicto: nothing succeeds like success. Los italianos trenzan coronas de laurel a Tony Blair, a quien le pisa los talones Bush. La fuerza, hoy más que nunca, es la madre del derecho. ¡Ay de los vencidos! Olvidándose de cuanto decían hace un mes, se corre para participar en el reparto de los despojos, directamente, o a través de la ONU. Todo está listo para empezar el gran festín. Los hay con la cara larga, con el despecho de haber sido sostenedores del asalto desde el primer momento y no haber sido consultores para la redacción de las condiciones de la paz americana. Incluso a Australia se le comunicó el manuscrito para conocer sus observaciones, aunque éstas, lo más probable, no influyan en nada.
Poco se ha hablado de los intelectuales, como siempre ocurre en las guerras, cuando se les exige un apoyo incondicional a lo manifestado por los políticos o los militares, además de racionalizar cuanto está sucediendo en el momento. Después se podrán arrepentir y cantar el mea culpa, buscarán que se les olvide y sobretodo que no se insista en sus escritos y conferencias del pasado: todos tenemos derecho a equivocarnos y lo dicho hace 15 ó 20 años, bien visto, tenía una parte de razón indiscutible. Lo demás, crímenes son del tiempo...
El político sabe aprovechar la coyuntura, la oportunidad, sabe subirse al tren en marcha, así le bajen en la estación siguiente. Con esa oportunidad, con esas circunstancias favorables se encontró el presidente Fox al iniciarse la guerra de Irak. Enmarañándose en dudas, titubeos y silencios embarazosos esperó hasta el último momento para no verse obligado a votar en el Consejo de Seguridad, dando a entender que no votaría por la propuesta de los Estados Unidos, provocando así un movimiento de satisfacción en México, donde la mayoría de la opinión pública estaba en contra de la guerra. Y en esta opinión pública adversa a la guerra estuvo la mayoría de los intelectuales, con contadas pero notorias excepciones, que buscaron, como el presidente, no manifestarse abiertamente. Hoy no sabemos si siguen firmes en esa postura o como parece está ocurriendo en este mundo ancho y ajeno empiezan a reconocer y admitir a los nuevos propietarios.
Las dudas manifestadas o francamente condenatorias a propósito de este conflicto de la grey intelectual, no han tenido ningún eco en los Estados Unidos, donde se observa un conformismo desenfrenado de los medios de comunicación impresos y electrónicos, y no sólo un conformismo sino un apoyo irrestricto a la política más extremista y violenta de los llamados halcones, apoyados por unos "intelectuales" como Perle y Kagan, cuya condición exige las comillas en torno a la palabra intelectual. Pero otros hombres de ideas y de pensamiento, que sin discusión los hay en aquel país, no se atreven a abrir la boca por causa de un temor ampliamente justificado por precedentes históricos como el macartismo. Se puede disentir en silencio, pero levantar la voz provoca de inmediato la reprobación general, montada en el famoso epíteto unamerican que marca para toda la vida y excluye de cualquier beneficio social e incluso de cualquier trabajo.
Hablar de cultura implica generalizaciones, injustas y erróneas. Pero si no las utilizamos, nos resultaría imposible comunicarnos con los otros. Así pues me atrevo a decir que la cultura de los Estados Unidos exige la unanimidad, la aceptación de las ideas dominantes y que esta cultura se impone tanto en la calle, en los bares o en los estadios como en las universidades y se manifiesta en la mayor parte de las publicaciones que salen de estas universidades, estandardizadas -perdón por el americanismo más que anglicismo-hasta la indignación del lector que no esté formado en una de sus universidades. Las modas son devastadoras, tanto por la amplitud de los terrenos donde triunfan como por unos contenidos aceptados casi sin crítica alguna. Es más, la crítica se ceba con quienes discrepan de los descubrimientos considerados "científicos", y otra vez ese tipo de ciencia reclama las comillas.
Cuando a finales de los años treinta y principios de los cuarenta, los científicos europeos se vieron obligados por su condición -liberales, comunistas, antifascistas, antinazis, etcétera- a refugiarse en los Estados Unidos, lo cual fue para este país un aporte extraordinario de auténtica ciencia, ignoraron precisamente ese rasgo decisivo de la cultura norteamericana que es el conformismo. Y empezaron sus problemas, cuando, en dos libros magistrales, los de Berenson y Lazarsfeld, probaron que la cultura política de los Estados Unidos no era lo que sus profesores e investigadores pretendían y que, más bien, era una cultura que conducía a una baja participación, mal informada y sin opciones claras. Se ganaron, como era de esperarse, la antipatía y hostilidad de los representantes y guías del establishment de las ciencias sociales: estaba prohibido -ahí lo aprendieron- poner en duda las creencias establecidas por las vacas sagradas y aceptadas por los ciegos seguidores de las verdades indiscutibles.
No es difícil imaginar la literatura "científica" que las universidades y revistas de los Estados Unidos van a producir durante este año. Será, como se ha pretendido desde el descubrimiento del conductismo, carente de valores -value free-, sin juicios que condenen o salven, absolutamente neutral. Lo que carece de juicios de valor es absolutamente real y cierto, así, por ejemplo, el ataque a Irak no fue más que un ataque para establecer la democracia y la libertad como se verá en los años por venir, con el inconveniente de que un grupo de fanáticos religiosos -el Islam es puro fanatismo y eso no necesita demostración- no tienen la capacidad mental e intelectual necesaria para comprender las verdades evidentes, que no necesitan demostración. Así, a título de ejemplo, resuélvase el siguiente problema propuesto por la AAPS: "Los Estados Unidos permanecerán en Irak mientras sea necesario. No se quedarán allá ni un día más". Pruébese matemáticamente.


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