Año CXXXVI
 Nº 49.828
Rosario,
miércoles  30 de
abril de 2003
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Estafas en la Aduana
Una banda con ramificaciones en Buenos Aires

La banda de estafadores que operaba en torno a la Aduana de Rosario también actuó en la ciudad de Buenos Aires, según se desprende de la denuncia de una rosarina que terminó despojada de 2 mil pesos después de ser engañada junto a sus dos hijos con la promesa de obtener un automóvil a bajo costo.
El episodio ocurrió a principios de abril. El estafador, que dijo llamarse Gonzalo, "llevaba saco marrón a cuadritos, llevaba un libro que decía Aduana" y era "un hombre corpulento, de 1,70 metro de estatura, tenía un peinado de peluquería o un brushing y el cabello teñido, como canoso", según relató Susana Arias, la víctima.
Si bien el nombre no corresponde al utilizado en los casos que ya se conocían, la descripción es coincidente con las proporcionadas por otras víctimas de maniobras que se perpetraron en los alrededores de la Aduana local.
Arias quería comprar un auto para uno de sus hijos. Un familiar suyo, que trabaja en una remisería de la ciudad de Buenos Aires, le dijo que sabía de un hombre que podía conseguir un vehículo por un buen precio y a quien conocía como cliente de ese negocio.
El gestor no era otro que el tal Gonzalo, quien se presentó como empleado de la Aduana. "Nos dijo que había autos que iban a remate y que se recibían a muy bajo valor. Hablaba con mucha solvencia, demostraba manejar el tema", recordó Arias.
Al fin convinieron una cita el miércoles 2 de abril, en la sede central de la Administración Nacional de Aduanas. Ese día La Capital publicó una nota en que se denunciaba la estafa contra el productor salteño Miguel Plascencia, uno de los últimos golpes de la banda, que durante más de un año actuó en Rosario sin inconvenientes.
"Mi hijo menor leyó la nota en el colectivo y empezó a pensar que todo era verso. Después me pidieron prestado el diario y no lo pude leer", dijo Arias.
Al llegar a Buenos Aires, el supuesto agente de Aduana llamó al celular de la mujer y la citó en un bar. Allí se produjo un momento de tensión, ya que el hijo menor de Arias planteó su desconfianza respecto de la operación. El estafador "se ofuscó y le respondió que era muy joven para ser tan desconfiado".
Pero la desconfianza estaba justificada. "Gonzalo pidió tres mil pesos y le dimos dos mil. Nos dijo que tenía que buscar unos papeles y desapareció. Hasta tuve que pagarle el café que había tomado", dijo Arias.


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