Mauricio Maronna / La Capital
Más allá del barullo de números, proyecciones y tendencias, la sociedad pareció enviar ayer un mensaje preciso y contundente: apego a la democracia y a los proyectos razonables. Como contrapartida, quienes apostaban a giros traumáticos, al realismo mágico y al triunfo de la anomia recibieron como respuesta un baño de sentido común. "Mientras los adláteres de ayer anuncian hoy su sepultura, Carlos Menem deja de lado el champán, mastica bronca, además de sus semillitas de pistacho y repite desde la letanía su máxima preferida: «Nadie muere en las vísperas»". Este concepto, que fue publicado el 10 de diciembre de 1999 en este diario, fecha en que el riojano le entregó el bastón y la banda a Fernando de la Rúa, podría repetirse hoy, cuando el mismo hombre resultó el más votado de todos los candidatos presidenciales. La menemdependencia de una franja de la sociedad quedó reflejada una vez más, pese a sus múltiples complicaciones judiciales y al enorme rechazo que parte de otro grueso sector de la población. Sin embargo, la jugada del presidente Eduardo Duhalde de eliminar las elecciones internas se constituyó en el instrumento ideal para que el presidente interino pueda finalmente alzarse con el triunfo de su vida: fragmentar al peronismo en tres y permitir que muchos ciudadanos independientes que detestan al riojano terminen ejerciendo el "voto útil", acicateado por usinas mediáticas que tienen cuentas pendientes con el hombre de Anillaco. El fulgurante ascenso de Ricardo López Murphy en las últimas dos semanas, terminó de convencer a numerosos votantes progres, que originariamente habían inclinado su voluntad hacia Elisa Carrió, que la mejor opción era introducir en la urna a la fórmula Néstor Kirchner-Daniel Scioli. Ese cambio de rumbo, sumado al voto del conurbano profundo, cuya estructura aceitó durante años el duhaldismo de paladar negro, le permitió al gobernador santacruceño quedar a un paso de la Presidencia de la Nación. La estrategia de Kirchner-Duhalde de cara al 18 de mayo no resulta muy difícil de desentrañar: convertir esa elección en un plebiscito a favor o en contra de Menem. La pelea Menem-Duhalde que convirtió al país en un botín de guerra tironeado por ambos caudillos se terminará de dirimir en tres semanas, en una convocatoria inédita para la institucionalidad. La campaña del desierto en que se convirtió la tarea proselitista, donde la inmensa mayoría de los candidatos desnudó la carencia de programas realistas y seductores, abrió el abanico hacia otras fuerzas, como Recrear y el ARI. López Murphy se queda afuera de la segunda vuelta pero dio el puntapié inicial en la construcción de una centroderecha democrática y alejada de los rancios clichés del conservadurismo nativo. El ex ministro de la Alianza deberá, de ahora en más, consolidar lo que cosechó y despejar su sector de dirigentes emparentados con la vieja política. Elisa Carrió realizó una formidable elección en los grandes centros urbanos pero no pudo jamás interceder como opción de poder debido a la ausencia de programas y cuadros. El mayor hándicap de campaña lo volcó el jueves en una entrevista con La Capital, cuando instó a la sociedad a "quedar en paz con la conciencia y no ensuciarse las manos con el voto". La mala performance de Adolfo Rodríguez Saá tiene una clara lectura: la pésima estrategia del puntano de rodearse de dirigentes conflictivos, mezclar el agua con el aceite y sobreactuar su listado interminable de promesas. Santa Fe demostró tener un altísimo criterio selectivo a la hora de elegir al presidente de la Nación. De nada valió que Hermes Binner haya apoyado al binomio encabezado por Alfredo Bravo, quien cosechó un pésimo resultado; ni que Carlos Reutemann juegue en tándem con Menem. Los votantes de Binner prefirieron a Carrió, Kirchner y, también, a López Murphy. Y buena parte de los sufragantes del Lole hizo lo propio. Tal vez con los resultados en la mano el gobernador santafesino conozca la verdadera dimensión de su negativa a postularse a la Presidencia, cuya maqueta era ideal para que pudiera convertirse en el próximo jefe del Estado sin pasar por el ballottage. La gente, ayer, no eligió a los vendedores de promesas falsas ni se detuvo a escuchar la pirotecnia dialéctica de los postulantes. Ahora viene otra historia, y todo lo que se diga con tono profético puede ser nuevamente barrido por la realidad. La oportunidad del ballottage les arrancará a Menem y a Duhalde la necesidad de construir consensos transversales, de acordar políticas de Estado, pero también les impondrá un límite: ya no hay espacio para la desmesura ni para creer en patriarcas salvadores.
| El ballottage les impone un límite a Menem y a Kirchner. | | Ampliar Foto | | |
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