Ricardo Petunchi / La Capital
Por primera vez la Argentina elegirá su presidente en un ballottage. Carlos Menem y Néstor Kirchner dirimirán, el 18 de mayo, quién gobernará el país hasta diciembre de 2007. Pero además de inaugurar esta inédita forma de definición, las elecciones de ayer sirvieron para certificar que ninguno de los candidatos logró remontar la empinada pendiente de desconfianza que la sociedad levantó con los políticos a partir de diciembre de 2001. La triplicada oferta del peronismo, más la fragmentación del voto entre el resto de los candidatos, generó la ruptura de la tradición mayoritaria que siempre bendijo a los presidentes. En los últimos 50 años, un solo candidato, Arturo Illia, en 1963, fue electo con menos del 30 por ciento de los votos. El ballottage tal vez consiga engordar estos magros porcentajes y otorgarle al futuro mandatario la fortaleza política que los resultados de ayer no le han dado. No se puede pasar por alto que el peronismo en su conjunto nucleó a cerca del 60 por ciento de los votos, lo cual lo convierte en el gran vencedor de la jornada. La segunda vuelta será, en realidad, la batalla final de una pelea inconclusa. Allí, finalmente, Menem y Duhalde, dueños de las maquinarias electorales más poderosas y aceitadas del país, definirán cuál de los dos se seguirá codeando con el poder. Nada indica, hasta ahora, que haya lugar para los dos al abrigo del mismo calor. En ese caso, el que pierda habrá jugado sus últimas fichas y deberá, inexorablemente, comenzar a hacer las valijas y despedirse de las batallas de peso. En el mismo día el peronismo dirimirá su interna y depositará, otra vez, a uno de sus hombres en la Casa Rosada. Menem y Kirchner están acostumbrados a que las urnas les sonrían. Kirchner está completando su tercer mandato consecutivo en Santa Cruz (fue reelecto con el 56% de los votos) y ejerce el poder con mano férrea. Nadie podrá negarle temple político: desde allí se mantuvo en la vereda de enfrente cuando el sol menemista iluminaba con toda intensidad. En estas elecciones cargó sobre sus espaldas con ser el muletto del gobierno. De la Sota fue el primer elegido, pero las encuestas se encargaron de hacerle resignar su sueño presidencial y lo obligaron a volver en silencio a Córdoba. Después Duhalde intentó seducir a Reutemann, pero el Lole se bajó de la carrera antes de largar. Así llegó el turno de Kirchner. Y el santacruceño se ganó un lugar en el ballottage con un discurso económico y social que se ubicó cerca de las banderas históricas del peronismo. También sumó el denominado "voto útil", el camino que encontraron los votantes de centroizquierda para cerrarle el paso a una segunda vuelta que los aterraba: Menem-López Murphy. Menem es un enamorado del poder. Cuando lo dispuso, lo ejerció sin piedad con sus adversarios y con prebendas hacia sus aliados. No vaciló en hacer lo contrario de lo que había prometido y, además, lo justificó desde la misma doctrina a la que le dio la espalda. Ahora va por su tercera presidencia, el anhelo que no pudo plasmar en 1999, cuando la Constitución -y Duhalde- le cerraron las puertas. La gran incógnita es determinar cómo se va a reagrupar el voto. La mayoría de los encuestadores han sostenido que Menem perdía con todos los adversarios en el ballottage por el elevado nivel de rechazo que su figura genera en la sociedad. Sin embargo, aparece como apresurado negarle chances a un candidato que remontó desde el más negro abismo del descrédito hasta convertirse, otra vez, en el más votado. Hacer proyecciones automáticas para el 18 de mayo es un error. Francia, un país con larga tradición de ballottage, es un buen ejemplo para tener a mano. Entre 1965 y 2002 siete elecciones presidenciales se resolvieron por esa vía. En cuatro de ellas ganó el candidato más votado en primera vuelta y en las tres restantes el que había salido segundo. En la Argentina, donde esa modalidad es totalmente desconocida, los eventuales acuerdos que los candidatos pueden tejer no garantizan que la fidelidad llegue al cuarto oscuro. Se puede especular que ideológicamente los votos de López Murphy están más cerca de Menem y los de Carrió de Kirchner. Sin embargo, mucha gente buscó allí un voto ético y renovación de la clase dirigente. Quienes apoyaron a Rodríguez Saá, ¿optarán ahora por el estilo más parecido al del caudillo puntano? Es un hecho que Kirchner apostará al antimenemismo y que Menem apelará a comparar su gestión con lo que vino después. El 18 de mayo será otro día peronista. Y no solamente porque Kirchner o Menem serán ungidos presidente. Sino porque serán los votantes peronistas, que conformaron cerca del 60% de los sufragios emitidos ayer, los que van a inclinar la balanza para decidir quién será el próximo presidente de todos los argentinos.
| |