Gabriel González / La Capital
"Estamos caracoleando", es una frase que acuñó Ricardo López Murphy cuando a un mes de las elecciones los resultados de las encuestas no le permitían pasar a los dos dígitos. Dos semanas después el candidato pasó a hablar de un "galope", pero las expectativas de llegar a la segunda vuelta se desarmaron en la recta final. Aunque se quedó afuera de la definición, el 17 por ciento de Recrear marca un hito para la centroderecha en la Argentina, muy por encima del 10 por ciento que obtuvo Cavallo en el 99 y del 6,5 de la Alianza del Centro que condujo Alvaro Alsogaray en 1989. Por primera vez en la historia política reciente y en sintonía con la ruptura del bipartidismo, una figura de este tradicionalmente oscuro andarivel político logró encarnar su propuesta más allá de los sectores medios altos que tradicionalmente le dieron sustento. ¿Podía llegar a más este economista nacido en Adrogué y formado en la Escuela de Chicago que duró dos semanas en el Ministerio de Economía cuando quiso aplicar políticas ortodoxas de ajuste del Estado? Mientras algunos encuestadores como Rouvier lo veían ganando la primera vuelta, otros analistas daban cuenta de operaciones del establishment para fabricar un candidato. Ni lo uno ni lo otro. Lo cierto es que la figura de López Murphy supo encaramarse como una cuña entre los candidatos del PJ con una inteligente campaña que hizo centro en el interrogante "Saben que es lo que tienen en común Menem, Kirchner y Rodríguez Saá: Todo", y un perfil que superó gestos adustos y un gran miedo escénico por una postura que lució afable y sincera. Así pudo acceder a las intenciones de voto de franjas medias hasta ahora desconocidas por la centroderecha nativa. Dicen que el aporte de un viejo compañero de estudios de posgrado, Joaquín Pérez, fue el gestor del acercamiento con intelectuales de tradición progresista, como Juan José Sebreli, Marcos Aguinis y Santiago Kovadloff, y que ese intercambio tuvo gran influencia sobre el candidato e influyó en el vuelco hacia un discurso más humano y cercano a las urgencias de la gente. Pero no le alcanzó. Seguramente pesaron algunas cuestiones metodológicas, como su opaca presencia en la última jornada de campaña que aprovechó muy bien Lilita Carrió, cuando todavía existía un 20% de indecisos (le achacan la decisión al publicista Ernesto Savaglio) y una polarización en sectores de centroizquierda que quisieron evitar un ballottage monocolor en términos de políticas económicas. Sin dudas también pesaron otras vallas que López Murphy no pudo superar, como su relación con un establishment económico que hizo grandes negocios durante los 90 y aparece asociado a la figura del candidato de Recrear, quien estuvo entre quienes les prestaban servicios de asesoramiento. La presión de otros candidatos sobre este flanco débil contribuyó a su freno. Aún así, López Murphy tiene derecho a sentirse ganador. Se instaló como referente de un sector que hizo la mejor elección de la historia moderna. Quien gane el próximo 18 de mayo encabezará un gobierno de transición y en Recrear ya sueñan con una transición a la española, que los posicione para el 2007. En la cancha se verán los pingos.
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