El arquitecto investigado como el "Loco de la Escopeta" tenía una relación distante con sus vecinos. Se mudó a Funes "buscando tranquilidad" hace 3 años, después de haber pasado 12 en Atlanta y Arizona, en Estados Unidos. Ahora proyecta mudarse. Prefiere no decir nada de sus vecinos "para evitar más molestias" y asegura que si hubiera previsto una reacción como la que impulsó la denuncia en su contra "hubiera sido más cordial". El episodio no sólo lo marcó en su relación al barrio, sino también con su familia. "Uno empieza a descubrir que tiene parientes que piensan que podría hace una cosa así. Los tengo que convencer de que no hago ese tipo de cosas. Me encuentro con esas sorpresas. En fin, no siento que me hayan dado el apoyo que esperaba", dijo. Respecto al barrio, asegura que dejó de salir o usar la pileta porque los vecinos le gritaban cosas. El único antecedente de un enfrentamiento lo tomó con gracia. "Me denunciaron por ruidos molestos por la alarma del auto. Y yo les contestaba haciéndola sonar", aceptó. Considera que la tirantez de las relaciones fue en aumento. "Me parece una cosa tonta, con muy poco fundamento", contó. Pero al recordar la presencia policial en su casa descartó la gracia. "Un allanamiento es una cosa muy fea, porque uno se siente absolutamente vulnerado. Ahora pienso que no tendría que haber estado tan desprevenido, pero uno nunca piensa que algo así le pueda pasar", contó. El hombre asegura que siguió el caso del "Loco de la Escopeta" por los diarios. "Uno escucha que mataron a una persona, pero cuando se entera quién era la chica y cómo la atacaron, se conmueve", contó. El episodio por el que arrestaron al arquitecto ocurrió el sábado 19 de abril, cuando un tirador disparó un escopetazo a un micro en 27 de Febrero y Rodríguez. Los perdigones hirieron de muerte a Florencia Rubino, de 12 años, que viajaba en el colectivo. El ataque fue imputado por la policía a un maniático que desde hace 12 años dispara contra micros y frentes de comercios, sin dejar testigos.
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