El viaje del lector

Mar de Ajo: Una grata sorpresa

Sucedió en uno de los once atardeceres disfrutados en nuestras vacaciones de verano con un grupo de amigos, en las tranquilas playas de Mar de Ajó (Partido de la Costa), cuando las mateadas se interrumpían solamente para observar el horizonte color turquesa infinito y bello del mar.
En eso se escuchó el grito de una persona al lado nuestro que exclamaba ¡miren eso! ¡qué sorpresa!, era un solitario lobo marino que buscaba desesperadamente la playa para descansar del gran agotamiento.
Inmediatamente, mi primer reacción, como lo habría hecho cualquier buen turista, fue tomar fotografías para registrar el momento. Así fue como mi amiga Mónica, posó muy sonriente y con el mate en la mano, junto al animal, quien pareció feliz por prestarse a la inusual postal.
Luego se armó tal bullicio con la gente que quería verlo, que el pobre lobo marino, se encontró de golpe rodeado de cientos de personas, que no le permitían respirar con normalidad.
Hasta que la buena predisposición del guardavidas y de algunos colaboradores lograron hacer un vallado a su alrededor, con lo que el animal pudo arrastrarse hacia afuera del agua en busca de playa seca, y allí quedó desplomado de cansancio.
En esos momentos, todos los presentes nos sentimos impotentes por no saber qué hacer, ni cómo proceder, sólo escuchamos un comentario sobre que se había consultado con personal especializado de un oceonario, pero nada pasó.
El animal se quedó en la playa varias horas hasta que pudo reincorporarse a su hábitat natural: el mar.
Según el relato de lugareños, estos animales sólo se apartan de su grupo porque se sienten muy enfermos, viejos o están heridos y buscan un lugar tranquilo para dejarse morir.
Al día siguiente y en el mismo horario el guardavidas observaba con sus binoculares un bulto negro entre las ondulaciones del mar, se trataba del mismo animal que sufrido, cansado y tal vez viejito nadaba sin rumbo fijo.
Patricia Romagnoli de Travassi