| | Editorial La hora de la verdad
| Los ritos se edifican sobre la repetición constante. Al concretarse una y otra vez, el acto original termina desapareciendo de la memoria colectiva y se construye un presente que pareciera eterno. La democracia es el rito central de las sociedades occidentales: sobre su permanencia se edifica cada una de sus virtudes mayores, cimentadas en el diálogo y el reconocimiento del semejante. En la Argentina, sin embargo, ese hecho tan natural en otras naciones costó demasiado dolor colectivo. Su recuperación en octubre de 1983 -que debe ser definitiva- marcó un corte en la historia del país a partir del cual la reiteración de los actos electorales ha comenzado a borrar el recuerdo de los aciagos autoritarismos que lo asolaron. La jornada de hoy constituye una nueva y valiosa puesta en escena nacional del rito democrático, ese que debe ser cuidado como la piedra basal de cada futuro. Gane quien gane, el desafío es darle destino a un país que parece haber perdido el rumbo hace tiempo. Gane quien gane el desafío es permitirle gobernar, de acuerdo con la sagrada voluntad de la mayoría. Gane quien gane, tendrá entre sus manos más problemas que soluciones, aunque sin dudas contará con un potencial excepcional: el de un pueblo que semeja una cantera inagotable. Este domingo la Argentina debe votar con convicción y a conciencia. Cada ciudadano tiene que estar consciente de la trascendencia de su sufragio y recordar que el hecho de emitirlo, pese a su aparente pequeñez, reviste un trascendente significado. Cuidar la democracia es la consigna clave. Pese a todos los pantanos a que hayan conducido a la Nación quienes por intermedio suyo fueron elegidos, sólo ella misma proporciona las herramientas para removerlos y renovarlos. Después de una campaña electoral impiadosa y en la cual el debate de ideas estuvo lamentablemente ausente, ha llegado la hora de la verdad. Ojalá que los argentinos elijan a su nuevo presidente con sabiduría y en un marco de serenidad, y recuerden que sólo este sistema permite la rectificación pacífica de todos los errores.
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