Serge Maller (*)
Si preguntamos a varias personas si conocen a Charles Perrault, seguro que la mayoría contestará que no. ¿Será un deportista, un músico, un pintor? En realidad, nada de todo esto. Parece que nos hubiéramos olvidado del nombre de este autor francés -ahora evocado con una exposición organizada por la Alianza Francesa de Rosario- pero no de la obra. ¿Quién no conoce, en efecto, a obras tales como La Cenicienta, El Pulgarcito, Barba Azul, Caperucita Roja, El Gato con Botas, La Bella Durmiente o Piel de Asno? Perrault nació en París en 1628 en una familia burguesa. Hizo unos brillantes estudios universitarios en literatura y derecho. Su trabajo fue elogiado por Colbert y Perrault entró a su servicio en 1665 y así fue como se convirtió en su protegido. Algunos años más tarde, en 1671 entró en la Academia francesa de la cual se convertirá en el canciller al año siguiente. La muerte de Colbert marca el final de su carrera política y su exclusión de la Academia. En 1678 se queda viudo y se dedica plenamente desde entonces a la educación de sus hijos, hecho que tendrá una gran influencia en su trabajo, sus ideas y por supuesto su obra. A partir de 1687 Perrault formó parte del enfrentamiento entre los llamados "modernes" (modernos) y los "anciens" (clásicos) en el cual trabajó para hacer triunfar sus ideas. Fue entre los años 1688 y 1700 que Charles Perrault escribió las grandes obras gracias a las cuales lo conocemos hoy en día, o sea en los últimos años de su vida puesto que muere a los 75 años en 1703. Pero si Charles Perrault es el autor de todos nuestros recuerdos escritos infantiles, también se considera como el inventor del cuento de hadas. Este cuento se caracteriza por una doble tensión entre la oralidad y la escritura y por otra parte la oralidad y la lectura. Se plasma con una cierta movilidad entre el relator y el receptor, así como entre el escritor y el lector. En los cuentos de Charles Perrault hay una transición de una oralidad de la palabra hacia una forma escrita, pero donde las acciones están puestas en escenario o también ritualizadas, como lo fueron mucho en Perrault. Esto permite al autor una aproximación entre la elocuencia que mezcla la palabra con la magia y aleja la retórica tradicional escolar para convertirse en un arte de gustar al lector, enseñar y conmover. Porque relatar las hadas mágicas, no es solo retomar sus propósitos y sus historias sino que se trata de una reapropiación de sus dones. El cuento de hadas, creado por Charles Perrault es la perfecta ilustración de estas características que los contadores usan: basta con ponerse el traje de la hada madrina para que el relato, el texto se convierta en cuento, vuelva a su origen inicial, la tradición popular. De esto Perrault hará su obra, su obra maestra. Suerte para Perrault, que nació en una época en la cual un debate se instaló entre los Modernos y los Clásicos y que peleaban por encontrar una legitimidad social y cultural. Fue así como se inventó la noción de tradición popular, a fines del siglo XVII. Todos los intelectuales entraron en una fascinación por esta tradición que vive una resurrección por medio de las publicaciones de los editores. En este contexto, Perrault retoma viejas tradiciones orales para transcribirlas sobre el papel. Es el mismo Perrault, el Moderno, que sugiere al público de jóvenes aristócratas una sabia mezcla de lectura y de oralidad: la lectura debe hacerse como escuchando a las páginas impresas sobre el papel que lleva, por la gracia, las pistas de oralidad que se encarnan como una voz anónima. El cuento es algo que se debe compartir, algo que tiene un sentido común. Pues es el heredero de la tradición oral, es una marca que tiene y que no se le puede quitar. Así pues, Perrault tomó las tradiciones orales de la Italia del Renacimiento y de la Francia de su época como inspiración para sus cuentos. Es el continuador de esta vieja tradición popular que nos aparece más verdadera que en la realidad, de la cual sugiere la comprensión y los usos. Se hace con las técnicas de la cultura escrita y cultivada como la de la edición para fabricar una oralidad que le satisfaga, que pueda parecer verdad. En las primeras publicaciones de Perrault, no aparece el nombre del autor en el título. El cuento mismo refuerza esta idea de ausencia de autor puesto que se habla de una vieja nodriza, representada como la única poseedora de los saberes y de los secretos del cuento. La persona que lee la historia, es quien la transmite de manera oral aunque con una base escrita. La exposición organizada por la Alianza Francesa de Rosario nos vuelve a incorporar a este universo mágico del cuento y de lo que fue la vida extraordinaria de Perrault. Nos remonta a nuestros recuerdos más profundos de nuestra niñez y eso para que podamos seguir transmitiendo esta tradición de los cuentos a las futuras generaciones. Más que una exposición, es la posibilidad de entender lo que realmente es el cuento, sin quebrar la magia que lo encierra sino permitiéndonos el acceso a la llave para poder descifrarlo en su totalidad. Este trabajo retoma también maravillosamente la vida de este personaje poco conocido pero cuya obra es hoy en día un mito presente en la mente y el corazón de todos. (*) Director de la Alianza Francesa de Rosario
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