Año CXXXVI
 Nº 49.824
Rosario,
sábado  26 de
abril de 2003
Min 16º
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cartas
Otro robo en el ingreso al Village

El jueves 17 de abril pasado, a las 14, estaba al volante del automóvil junto a mi esposa y dos hijas, detenido ante la barrera ferroviaria que precede al ingreso del complejo Village, en el carril que conduce a Funes. De pronto un muchachón corpulento con la mano cubierta de trapos -que sin duda escondía un elemento de gran resistencia-, hizo trizas la ventanilla derecha, cubrió de vidrios y sangre a mi mujer y lanzándose casi íntegramente al interior del auto le arrebató la cartera golpeándola levemente. El saldo fue sin heridas físicas y con mucho miedo. Como ocurre en estos casos, perseguí al ladrón estimulado por la gente. Un joven me subió a su motocicleta pero el agresor escapaba en su bici que el cómplice le tenía preparada en dirección contraria. Sabían dónde doblar porque eligieron una callejuela que es imposible para la motocicleta. Mi esposa y mis dos hijas adolescentes que iban conmigo en el auto corrían sobreexcitadas. Cuando regresamos, el automóvil no estaba y ello porque los vecinos solidarios e indignados lo corrieron para evitar un segundo atraco. Un coro de personas enojadas, que viven por la zona, tienen negocio y operan por allí, nos hizo sentir su compañía y aprendimos que esos robos por la zona son habituales, lo mismo que en los semáforos cercanos y en la barrera de Felipe Moré. Oímos relatos, casos, anécdotas, episodios, un diccionario de delitos en el sector. Fuimos a la seccional 12ª y nos dijeron de entrada: "Somos tres y cuarenta presos" y enseguida: "Hace un año que no recibimos denuncias de robos por ese lugar". Cuatro días después leo en La Capital que en el propio Village balearon y robaron a un conocido empresario del rubro publicidad. Aquí comienza el debate fundamental: ¿la policía se ha resignado a su impotencia? O bien: ¿la gente se ha resignado a la impotencia policial? Si hay asaltos y balas a cada rato en esa zona pero no se denuncia es que la gente está convencida de que la policía carece de utilidad. El ánimo de esta carta es provocar una reacción gubernamental por tan gravitante medio como es La Capital. Estamos indefensos, la protección policial es ilusoria y los buenos policías parecen desalentados. Lentamente corremos a la autodefensa. No quisiera imaginar el fin de semejante espiral.
César Abel Alvargonzález


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