Año CXXXVI
 Nº 49.824
Rosario,
sábado  26 de
abril de 2003
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Editorial
Crucial gobernabilidad

La Argentina de estos días vertiginosos se alimenta de partes proporcionales de esperanza e incertidumbre. A escasas veinticuatro horas de una elección presidencial decisiva, en el horizonte no sólo existe la gigantesca incógnita de quién será el vencedor y en qué instancia logrará imponerse, sino una mucho más grave: si encontrará las condiciones adecuadas para gobernar la República.
La pregunta por la gobernabilidad no puede ser gratuita en el marco de un país que un año y medio atrás asistió azorado a la caída en rápida sucesión de nada menos que tres presidentes, y que el día de hoy es conducido por un hombre que no fue elegido de modo directo para el cargo que está ocupando. Mucho menos cuando el tradicional bipartidismo exhibe graves síntomas de deterioro, con el peronismo dividido por primera vez en su historia y el radicalismo reducido a una expresión ínfima en relación con el caudal de adhesiones que despertó en el pasado.
Sea quien sea el ganador, deberá contar con la solidaridad de los derrotados. Si vuelven a predominar los mezquinos intereses sectoriales por sobre el bien común, no serán escasas las posibilidades de una nueva catástrofe. En tal sentido debe remarcarse, además, que no todo dependerá de los dirigentes, sino de la sociedad misma. Cualquier muestra de extemporaneidad o de impaciencia puede ser la chispa que encienda de nuevo la hoguera de la fragmentación, que a duras penas está siendo extinguida.
Los riesgos son muchos y la condición clave para enfrentarlos parece ser la cordura. Acaso se necesite entre la clase dirigente un espíritu similar al que animó a la firma, en España, del Pacto de la Moncloa. Sin embargo, por ahora las discrepancias se imponen con largueza a las coincidencias.
Es de esperar que esa situación termine con la campaña. Al triunfador en estas elecciones le cabrá la ímproba tarea que significa encarar la recuperación de un país que ha sufrido uno de los golpes más duros de su historia. Tras la severa advertencia que constituyó el "que se vayan todos" esta es una oportunidad que no debe ser desaprovechada, so pena de exponer a la Argentina a un futuro tan incierto como peligroso.


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