| | Editorial Fútbol herido por la violencia
| La muerte de dos hinchas de Newell's en un peaje de la ruta 9, como consecuencia de un salvaje enfrentamiento con barras bravas de River, ha vuelto a enlutar a un deporte que debería constituir el ámbito natural de la familia argentina y no el refugio de los violentos. El problema que aqueja al fútbol es tan antiguo como recurrente. Auténticas organizaciones mafiosas lo han convertido en su medio y desde allí perpetran múltiples delitos, que van desde el "apriete" de directores técnicos y jugadores hasta el tráfico de drogas, y suelen llegar -como en este caso- al asesinato. Las razones de su aberrante prolongación en el tiempo tienen origen en numerosos factores, que van desde la carencia de una legislación adecuada a la ostensible permisividad, y hasta complicidad, de no pocos dirigentes. La batalla librada a golpes, disparos de arma de fuego y puñaladas en las cercanías de Zárate fue otro ejemplo de la falta de capacidad de prevención que demuestran las fuerzas de seguridad. Basta recordar que el combate se libró durante un sangriento cuarto de hora -sólo entonces llegaron al sitio dos patrulleros- para verificarlo. Por supuesto que cuando se produjo el arribo policial, dos cadáveres daban cruel testimonio de la ineficacia. Si se recuerda que el 28 de julio del año pasado se habían registrado enfrentamientos entre las dos hinchadas, con el saldo de un hincha rojinegro acuchillado, se agrava aún más la carencia de vigilancia. El libre accionar de las barras bravas, auténticas bandas delictivas de elevada peligrosidad, no debe seguir siendo consentido. En países de Europa como Gran Bretaña e Italia los índices de violencia en el fútbol cayeron hasta un ochenta por ciento luego de que la ley incrementara el peso de las condenas. Urge sancionar una norma semejante en la Argentina. Sin embargo, el juzgar como delitos las que ahora son simples contravenciones no alcanza. Se necesita un cambio cultural que parta de la convicción de que la continuidad de hechos como el que nos ocupa pueden terminar hiriendo de muerte al fútbol, ese deporte que en este país es sinónimo de alegría popular, belleza estética e historia.
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