Silvina Dezorzi / La Capital
La posibilidad de futuras guerras por el agua no es un tópico exclusivo de la ciencia ficción. Hoy, 1.200 millones de personas en el mundo carecen de agua potable y 3 millones mueren por año con enfermedades asociadas a esa falta. El problema se agudiza día a día porque el consumo aumenta a un ritmo mayor al doble de la tasa de crecimiento de la población mundial. Por eso muchos dicen que la lucha por el agua equivaldrá este siglo a la que hasta ahora generó el petróleo, ya que 9 países, incluida Argentina, concentran más del 60% de la reserva mundial. Con esos datos un equipo de investigadores rosarinos de la Fundación Mediterránea, liderados por el economista Tulio Cecconi, abre la polémica: dice que el agua debe comercializarse y que al país, y en particular a Santa Fe, les urge fijar políticas. "El mundo discute seriamente que el agua se vuelva un bien comerciable. En ese caso, por sus reservas de agua, Argentina tiene una posibilidad equivalente a la del petróleo", dice Cecconi. La carencia es difícil de comprender en un planeta con el 80% de su superficie cubierta justamente por agua, a menos que se entienda que sólo el 1% es dulce y potabilizable. Pero además las reservas son constantes, mientras la población crece de modo sostenido y el consumo no para de acelerarse. Por eso, se prevé que en el 2025 dos terceras partes de la población mundial (unos 5.500 millones de personas) vivirán en países con graves déficits de agua. -¿Por qué se dice que la falta de agua será un problema crucial del siglo XXI? -Porque aunque a nivel mundial todavía no falta, crece en progresión geométrica el consumo y el stock es constante. Si sigue aumentando al ritmo de los últimos 25 años, se perfila como un problema dramático a futuro. Otro tema, íntimamente ligado, es la fuerte asimetría en la distribución y uso del agua, porque hay muchos países pobres con graves déficits. Así que es un doble problema, el de la falta de agua y el de la solidaridad, del uso, de si es algo que se puede vender, de cómo hacerlo. -¿Qué representan sobre el total mundial las reservas argentinas? -Se ubica 9ª en los recursos mundiales, con el 2,1%. Antes están Brasil, Rusia, Canadá, EEUU, China, India, Zaire y Perú. Entre todos superan el 60% del total, cuando existen más de 180 países, algunos de ellos ya en situación crítica. Irak, Israel, Sinaí, son lugares con tremendos problemas. Por eso queremos ver qué posibilidades concretas tiene Argentina para insertarse en el negocio internacional del agua. -¿Por qué cree que el agua debe ser un bien comerciable? -Es una discusión general. Ante al problema mundial, algunos países dicen que el agua es un recurso natural distinto, que no se conocen con exactitud las reservas y por ende no debe declararse como un bien comerciable internacionalmente. -¿Canadá lidera esa posición? -Sí, es proteccionista, pero mi interpretación es que dice eso precisamente porque tiene mucha agua y entonces defiende esa tesis, aunque interviene activamente en el comercio internacional. Pero la mayoría de los países impulsa que el agua se comercialice. Por eso nuestra propuesta es evaluar qué posibilidades tiene Argentina para introducirse a futuro cercano en el mercado internacional del agua. -¿Y cómo se comercializa el agua? -Entre países cercanos, por tuberías o ductos. Turquía le vende a Israel y hay muchos ejemplos en el mundo. Pero no es el caso de Argentina, porque nuestros vecinos tienen agua. Otra forma de exportación es por supertanques que se cargan y se llevan por barco. Otra es a través de grandes bolsas de agua que se arrastran. Y la más clásica, el agua embotellada. -¿Cuáles serían viables en Argentina? -Argentina podría sumarse tanto a un comercio mayorista como al de embotellamiento. Y hay un cálculo muy interesante del Centro de Ingeniería Sanitaria de la UNR, que dirige la ingeniera Ana María Ingalinella, sobre las posibilidades que podría tener, por ejemplo, el Paraná. Dice que, aun sin datos concretos sobre el mínimo caudal ecológico que debe tener el río para no afectar el ambiente, se podría extraer agua como para abastecer a 200 ciudades de un millón de habitantes, a razón de 400 litros per cápita por día, que para Europa es una cifra altísima. Obviamente, cuando se trate de países pobres habrá que pensar cómo hacer, pero si hablamos de países con recursos como Israel y algunos europeos la cosa es diferente. -¿Y cuáles serían los principales ejes de una política nacional sobre el agua? -Ya vimos: el problema mundial se perfila gravísimo a 20 años o menos y eso, sumado a las asimetrías, creará tensiones. Ahora, un estudio hecho en el 2000 por el Banco Mundial para Argentina lleva al segundo problema, el nacional, sobre el que se concluye que no hay políticas a largo plazo. Entonces, primero habría que ver las posibilidades de entrar al comercio mundial del agua, lo que implica analizar legislaciones nacionales e internacionales. Después, evaluar costos de transporte, tratamiento, potabilización y distribución. Porque la tecnología para desalinizar el agua ya existe, sólo que por ahora es muy cara y funciona como barrera. El problema está y como país debemos buscar una primera respuesta a la posibilidad de participar en ese negocio y generar políticas públicas, de análisis e investigación. -¿Cree que ya hay inversores extranjeros comprando tierras argentinas para acceder al recurso del agua? -No sería alocado. Porque para nosotros eso suena a cuento chino, pero los países con políticas de largo plazo sí lo tienen en cuenta. Eso pasa con muchos recursos naturales: forestales, minerales, petrolíferos. Y ahí está el rol del Estado. En este caso, en controlar que el eventual explotador del agua de un río, por ejemplo, respete los límites que se fijen.
| Tulio Cecconi quiere que se debata el tema en el país. | | Ampliar Foto | | |
|
|