Año CXXXVI
 Nº 49.817
Rosario,
sábado  19 de
abril de 2003
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Se negó a declarar el acusado por estafas en la Aduana local
Utilizaba varios nombres falsos. Habría al menos diez denuncias en su contra

El presunto líder de una banda de delincuentes que operaba en torno a la Aduana de Rosario se negó a declarar al ser indagado por la Justicia de Instrucción en la investigación de las causas por estafa.
Rufino Jorge Palau, de 56 años, se encuentra detenido desde hace una semana, junto a Gladys Norma Boix, de 50 años, quien de acuerdo a las denuncias era la principal cómplice del estafador.
Según trascendió de fuentes ligadas a la investigación, Palau es oriundo de la ciudad de Firmat y registra antecedentes por hurto, robo y estafa. Curiosamente, uno de los nombres falsos que utilizó -Mauricio Gustavo Tolosa- es homónimo de un escribano de esa ciudad.
Además, Palau habría utilizado los nombres falsos de Juan Carlos Peralta, Juan Carlos Tolosa, Marcelo Ibáñez y Alberto Monticello, presentándose como auditor de Aduana, gestor de negocios, abogado y titular de la inexistente empresa Distribuidora del Sur. Se sospecha que, junto con Boix, su supuesta secretaria, era el rostro visible de la organización, cuyos otros integrantes se desconocen.

Amenazas
Los estafadores ofrecían un negocio a largo plazo, en el que se comprometían importantes sumas de dinero. Al parecer, no apuntaban a embolsar todo el dinero en juego sino una parte, lo que requerían como adelanto o con la excusa de pagar trámites de la Aduana.
Ese fue el caso, entre otros, que tuvo como víctima a empleados de la empresa Dirediel, con sede en la ciudad bonaerense de Arrecifes. El supuesto Mauricio Tolosa ofreció repuestos de autos que habían sido rematados en la Aduana y se conformó con 4 mil pesos que dijo necesitar para buscar un certificado en la Aduana.
La denuncia fue radicada el 31 de julio del año pasado en la comisaría 3ª. Según fuentes consultadas por La Capital, los damnificados lograron averiguar que la cuenta de donde llegaban los e-mails de los estafadores pertenecía a Gladys Norma Boix. Un dato sorprendente, al respecto, es que Boix había trabajado durante un año como administrativa en la sede en Rosario de la mencionada empresa.
Los damnificados llamaron a Boix y le reclamaron la devolución del dinero, invocando los documentos que conservaban de Distribuidora del Sur, la pantalla creada para concretar las estafas. A partir de entonces se sucedieron una serie de amenazas de muerte y mensajes intimidatorios. "Se equivocaron de personas. Aténganse a las consecuencias", rezaba el primer mensaje.
Los peligrosos delincuentes también amenazaron de muerte a Omar Vegas, el dueño del Volkswagen Passat en que Palau, según fuentes consultadas, llegaba habitualmente a la Aduana de Rosario, su coto de caza. Vegas habría sido intimidado al reclamar el dinero de la venta del auto, que al parecer nunca cobró.
Otra circunstancia llamativa es que Palau, aunque aparentemente no terminó de pagarlo, dejó el Volkswagen Passat en una agencia de Maipú al 2300 con el propósito de ponerlo en venta.
Voceros de la investigación especularon que en realidad se trató de una maniobra para ocultar al vehículo, luego que apareciera mencionado en las denuncias de las víctimas. En ese sentido, alegaron que Palau no llevó la documentación del Passat a la agencia -ajena a los hechos- y tampoco convino el precio de venta. "Su única aspiración era sacarlo de circulación por unos días", dijeron.
De acuerdo a los voceros existen unas diez denuncias por fraudes. Las víctimas coincidieron en describir al peligroso estafador como una persona hábil, que montaba una escena para hacer caer a los damnificados. Decía que era funcionario de la Aduana y pedía que antes de ir a verlo lo llamaran a un celular. Entonces les proponía encontrarse en la puerta o en un pasillo del edificio, aunque el trato lo hacían en otro sitio, donde el supuesto auditor Tolosa los llevaba para disimilar el hecho de que, en realidad, no tenía ninguna oficina.
Las fuentes de la investigación sospechan que el estafador tenía contactos con policías y creen que, si operó tanto tiempo de forma alevosa y sin inconvenientes, contaba con algún grado de protección.



El auto usado había sido ocultado en una agencia.
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