Año CXXXVI
 Nº 49.817
Rosario,
sábado  19 de
abril de 2003
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Los choques entre la Iglesia y los políticos complican la campaña

Guillermo Villarreal

El fuerte enfrentamiento que mantienen algunos obispos con los gobernadores provinciales o sus más conspicuos colaboradores amenaza con enrarecer aún más la campaña electoral y podría perjudicar indirectamente a más de un candidato a la Presidencia.
A pesar de que los choques entre el poder político y el eclesial no son nuevos y siempre giran en torno a las falencias en cuanto a la atención de los sectores más empobrecidos o a los nichos de corrupción de las estructuras políticas y partidarias, ahora toman otra dimensión ya que en el contexto eleccionario cada gesto y cada palabra suma o resta votos.
El que a priori correría más riesgos con estos roces es Adolfo Rodríguez Saá, dado que la irritación que embarga a monseñor Jorge Lona (San Luis) tiene a su hermano Alberto como principal detonante.
Si bien los chisporroteos con el ahora candidato a la Gobernación puntana son de antigua data, se hicieron más evidentes en los últimos días, sobre todo cuando el Alberto decidió construir un "multitemplo" en vez de una parroquia en la flamante ciudad de La Punta.
Otro presidenciable que podría ser salpicado por el cruce de opiniones es Carlos Menem, ya que en su provincia natal y en Salta no cesan las denuncias de irregularidades en la adjudicación de los planes Jefas y Jefes de Hogar, en la mayoría de los casos por "manejos turbios" de punteros alineados a la corriente partidaria que lidera el ex presidente.
No menos tenso fue el contrapunto entre el gobernador de Neuquén, Jorge Sobish, y Cáritas Diocesana, que preside monseñor Marcelo Melani, particularmente porque el prelado se solidarizó con los empleados que autogestionan la ex Cerámica Zanón con el argumento de que la mejor salida al conflicto es aquella que "beneficie a los trabajadores y sus familias y no a los que se beneficiaron durante años de la prebenda y el negocio con el Estado".
No obstante, estos no son los únicos casos que enrarecen las siempre complicadas relaciones de los hombres de la Iglesia con los poderes políticos provinciales.
Hace exactamente cuarenta días, el gobernador José Manuel de la Sota se ofuscó con monseñor Carlos Ñáñez (Córdoba), porque éste desde un mensaje cuaresmal habló de promesas incumplidas, manejos poco claros y lentitud para aportar soluciones a la emergencia social.
Monseñor Luis Villalba (Tucumán) tampoco se quedó atrás cuando puso en jaque al gobernador Julio Miranda por no haber escuchado sus advertencias sobre posibles muertes prematuras por desnutrición, que luego se hicieron realidad.
Disparidad de criterios entre lo urgente y lo necesario que también pusieron enfrente, por distintas circunstancias coyunturales, a los obispos Mario Cargnello y Jorge Lugones con Juan Carlos Romero, en Salta; a Oscar Castillo y a monseñor Osmar Miani, en Catamarca, y a Alfredo Avelín con monseñor Alfonso Delgado, en San Juan.


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