| | Editorial Campaña electoral pobre
| El próximo 27 de abril el país definirá gran parte de su futuro inmediato. La elección del presidente tendrá, en esta ocasión, un significado aún más trascendente que el habitual. Es que la inédita crisis imperante obligará al próximo jefe del Estado a desarrollar ímprobos esfuerzos -aunados a las necesarias dosis de resolución y lucidez- para devolver a la Argentina a un lugar más cercano al que históricamente se merece. Sin embargo, lamentablemente la campaña electoral que precede a comicios tan decisivos dista de alcanzar el nivel esperable y, por el contrario, el pueblo asiste de nuevo a la misma retahíla de promesas incumplibles de siempre. Claro que aguardar otra cosa hubiera equivalido, acaso, a pecar de ingenuidad. No existen casualidades en lo que hoy sucede: la Argentina ha caído al profundo abismo actual como consecuencia de la baja calidad de sus dirigencias y una transformación tan brusca de ese parámetro no resultaría lógica: llevará años de democracia concretar la imprescindible mejoría, signada tal vez por un recambio casi completo. Pero, mientras tanto, preocupan los elevados grados de demagogia que signan a la campaña, por un lado, y por otro la ausencia de debate serio entre los principales candidatos. En este último rubro, una aislada excepción confirma la regla: acaso por aquella cuestionable norma no escrita que afirma que quienes lideran la intención de voto no se exponen a una discusión pública que eventualmente podría perjudicarlos, los ciudadanos se ven obligados a evaluar la capacidad de los postulantes en base exclusivamente a los avisos publicitarios -de triste pasado inmediato- o las arengas de barricada que signan a los actos políticos. Preocupante. No parece superfluo recordar que en los Estados Unidos debatir constituye una obligación para todos los candidatos que llegan a un quince por ciento de intención de voto. El otro aspecto escasamente halagüeño mencionado con antelación son las dos tendencias predominantes en el terreno de las propuestas: están aquellas que suenan utópicas o bien las que pecan de genéricas. Entre uno y otro polo oscila una campaña que necesita con urgencia levantar puntería.
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