La política de Estado es la que se fija teniendo en cuenta el interés general, por encima de los intereses sectoriales, a los que procura armonizar en aras a un objetivo trascendente y permanente en pos de la consolidación política, económica y social de la Nación.
Esta política necesariamente es fijada por el gobierno. En nuestro caso, habida cuenta nuestra modalidad presidencialista, debiera ser iniciada por el Poder Ejecutivo, con la aprobación del Poder Legislativo y la subsecuente consideración del Poder Judicial en los casos que se pudiera generar algún conflicto en su aplicación.
En el marco económico-social, la gran consigna de Alberdi "Gobernar es poblar", la cual fue tomada como paradigma por el gobierno de la llamada "Generación del 80", hizo posible la inmigración principalmente europea, con la cual se pobló el desierto, se cultivaron nuestros campos, se inició nuestra industria liviana y mediana, se forjó una clase media que sirvió de sustento a la consolidación definitiva del ideal de Nación pergeñado por los Constituyentes de 1853.
El resultado de este proceso quedó a la vista a principios del siglo XX, donde nuestro país fue conocido como el "granero del mundo", ocupando el sexto u octavo lugar entre los países más desarrollados del orbe.
Aquí interesa señalar, brevemente, cómo jugó en el quehacer diario del país la puesta en práctica de la política de Estado de que "Gobernar es poblar", la cual se había hecho carne en el sentir y el hacer de todos los funcionarios argentinos, desde el presidente de la República hasta el empleado de menor jerarquía. Tenemos así que llegaban al país inmigrantes indocumentados, ¿cuál era el trato o recibimiento que les dispensaban?. Se los alojaba en el Hotel de los Inmigrantes, inmediatamente se les practicaba una revisación médica y si gozaban de buena salud y venían a trabajar, se les franqueaba el acceso al país sin más trámites. De no haber existido aquella meta: poblar el desierto, otro hubiera sido el destino de miles y miles de inmigrantes que llegaban sin tener la documentación en regla.
Después de la tormenta
Actualmente, la República ha sufrido un rudo coletazo: la estantería financiera ha caído en mil pedazos. quien siguió inconmovible sembrando, cosechando, ordeñando y cuidando el ganado, es el sector agroalimentario y junto con él el sector agroindustrial y agroexportador.
Si el campo nos provee el alimento, se obtiene a través de las gravosas retenciones los recursos para pagar a los jefes y jefas de hogares desocupados y es el campo la principal fuente de divisas; razonablemente deberíamos consagrar que el crecimiento del sector agroalimentario merece una consideración prioritaria por parte del Estado y de todos sus estamentos de gobierno. La nueva consigna debería ser: Debemos trabajar y producir más para vivir mejor.
Cuando se logre instalar en el gobierno tal objetivo, no habrá funcionarios ni empleados que programen impuestos inequitativos como es el IVA diferenciado, ni que se nieguen a corregir la carga fiscal que se determina queriendo, arbitrariamente, cobrar un impuesto sobre una ganancia ficticia.
Si ningún Estado nos dominó no puede concebirse que organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial nos fijen políticas que, entre otras limitantes, impedirían la refinanciación de productores injustamente endeudados.
Lo que el Estado deje de percibir corrigiendo tales arbitrariedades, le volverá con creces pues esos fondos se reinvertirán para el incremento de la producción agroalimentaria. Llegaremos así a la posible producción de las cien millones de toneladas de granos. Precisamos pues una política de Estado que auspicie la creación de riquezas y una solidaria y transparente distribución de la misma.
Veamos algunas medidas que deberían implementarse para incrementar la producción agropecuaria. Tendremos así que cuando se programe la legislación impositiva para el sector que produce granos, ajos, miel, frutas, hortalizas, legumbres, vino, carne, etc., se debería tener en cuenta que ese sector está compuesto en general por personas no versadas en materia impositiva, por lo que esas disposiciones deberían evitar toda doble imposición, ser claras, simples, equitativas y de fácil cumplimiento. Si luego hubiese evasión, debería haber sanción.
Deberíamos lograr alcanzar la meta en carnes rojas, tal es la de exportar un millón de toneladas por año.
Los créditos bancarios de bancos oficiales, que deberían ser con tasas a nivel internacional, no tendrían ahora que estar destinados a los que tienen más poder político o económico, sino para los que quieren y podrían realmente producir más.
El Estado en sus tres niveles: nacional, provincial y comunal, debería asignar los recursos necesarios para la ejecución de obras viales, ferroviarias y fluviales, que faciliten el transporte de la producción, que en nuestro país, por sus deficiencias estructurales, es uno de los más caros del mundo.
Tampoco deberá estar ausente el Estado cuando la intermediación y/o la industrialización de alimentos olvidan que su razón de ser es la sostenida complementación con la producción, pues sin ella, obviamente, no hay industrialización ni comercialización posible.
Debiera arbitrarse la forma para recuperar los cuatro o cinco millones de hectáreas de tierras aptas para la agricultura o la ganadería que están bajo agua. Terminar con el cuatrerismo que azota a nuestros productores ganaderos.
La Argentina, otrora "granero del mundo", debe plantearse ahora como "proveedora y reserva alimentaria de la humanidad". Es por ello un contrasentido que con semejante perspectiva haya argentinos mal alimentados. Se debe corregir en forma decisiva tal antinomia, por lo que debiera ser obligatoria en los niveles de educación básico y polimodal, una enseñanza teórica y práctica que posibilite cultivar huertas y granjas comunitarias y participar en los procesos de elaboración de alimentos,conforme las posibilidades y ubicación geográfica de cada establecimiento educativo.
Las medidas enunciadas quedan abarcadas en la prioridad máxima que debe asumir hoy nuestro país, para consolidar su independencia económica.
Una política de Estado
Tenemos presente que son muchas más las acciones de facilitación a las tareas productivas que tienen que instrumentarse para potenciar el desarrollo de nuestro país. Pero quede bien en claro que ninguna de ellas perjudicarán a nadie, sólo debería cambiarse la "máquina de impedir", por la acción de ayudar a producir. ¿Y cómo se logra tal mutación?: con la decisión y consiguiente acción a nivel presidencial que declare que la producción de bienes es prioritaria, que nada ni nadie puede interferirla.
La firme, honesta, austera, eficaz y permanente decisión del Poder Ejecutivo debe ser correspondida por el Poder Legislativo, va de suyo entonces que a ambas Cámaras debieran ingresar hombres que cultiven, que industrialicen y comercialicen los productos que constituyen la principal fuente de nuestro ingreso de divisas, pues sabido es que sólo sabemos lo que hacemos y que nadie lo defenderá mejor que el creador del bien objeto de la negociación.
No propiciamos un gobierno corporativo, sino productivo y ello se logra, como antes dijimos, con políticas de Estado claras en aras a un objetivo trascendente y permanente en pos de la consolidación política, económica y social de la Nación.
(*) Doctor en Derecho y \Productor Agropecuario