Cuando Independiente no podía y el uruguayo Camejo encabezaba la resistencia quemera, apareció Ramón Ortiz para darle una mano al campeón del Apertura. El defensor de Huracán le metió el brazo a un centro desde la derecha y Daniel Giménez cobró penal. Insúa, infalible en este tipo de cuestiones, la puso abajo contra el palo izquierdo de Ríos que viajó en vano hacia el otro lado. La ventaja parecía lógica, pero más por una cuestión de peso específico y diferencia de jerarquías individuales que por el desarrollo del juego; mucho más parejo de lo previsto. Se sabe que al equipo de Célico cada golpe que recibe lo desmorona casi inmediatamente. Así fue. Desaparecieron los roles, se esfumaron las equivalencias, se rompió la competitividad. Creció Independiente, se cayó Huracán. A los 11' del complemento Silvera pareció sentenciar el partido con un toque para el 2 a 0. Pero un minuto más tarde Villa aprovechó la siesta de todo Independiente para acercar otra vez el resultado. Salvo las emociones, nada se modificó demasiado. Independiente siguió manejando los tiempos del juego como sabiendo que si no cometía errores groseros el resultado estaba abrochado. Así fue nomás. Un par de opciones para engrosar el resultado y una polémica muy grande que dejó la sensación de codazo de Milito al juvenil Milano en el área que bien pudo cambiar la historia del partido. Pero todo fue lo suficientemente pobre como para algo distinto a los tres puntos de Independiente.
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