Año CXXXVI
 Nº 49.817
Rosario,
sábado  19 de
abril de 2003
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La crucifixión. Juan Pablo II presidió el Vía Crucis alrededor del Coliseo
El Papa denunció los "calvarios" que causan la guerra y la violencia
Lamentó que tanta humillación a los seres humanos se perpetre en nombre de Dios

El papa Juan Pablo II denunció ayer "los numerosos calvarios olvidados" provocados por las guerras, los conflictos y la violencia, en el curso del tradicional Vía Crucis nocturno alrededor del Coliseo de Roma que se celebra el Viernes Santo previo a Pascuas.
Ante miles de creyentes, que iluminaban con antorchas el recorrido con las 14 estaciones dispuestas ante el célebre monumento, el Papa improvisó un mensaje de un cuarto de hora y, con emoción, habló de la vida y la muerte, así como de los sufrimientos que causan en el mundo entero la guerra y los conflictos.
"Sólo Dios puede dar la vida después de la muerte", dijo Juan Pablo II, al recalcar que "para el hombre, la muerte es la última palabra".
"Mira la sangre vertida por tantas víctimas del odio, la guerra, el terrorismo", clamó el Papa en clara alusión a los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington y al actual conflicto con Irak.
"¡Cuántos hermanos y hermanas están viviendo en estos momentos en carne propia el drama del calvario!", clamó el Sumo Pontífice al término de su mensaje, después de haber presidido la ceremonia desde la colina del Palatino debido a sus problemas de salud, que le impiden caminar.
"Son tan numerosos los Vía Crucis olvidados. Pienso en las trágicas imágenes de violencia, de guerra, de conflicto, que diariamente nos llegan de tantos lugares. Pienso en la angustia y el dolor de individuos y pueblos de todos los continentes. Pienso en la muerte de hambre de miles de adultos y niños inocentes, en la dignidad humana humillada, desafortunadamente perpetrada en nombre de Dios", señaló, para llamar a no quedar "indiferentes ante ese grito de dolor tremendo que se eleva en tantas partes del planeta".
A pesar de sus dificultades físicas, el Sumo Pontífice había escuchado por la mañana, en la Basílica de San Pedro en El Vaticano, la confesión de una docena de creyentes escogidos casualmente entre los turistas que visitaban la catedral.
Luego, hacia las 21 de Roma (las 17 en Rosario) el Sumo Pontífice llegó a la terraza del Palatino en el Coliseo romanopara presidir la procesión.
La cruz, de tres kilos y medio de peso, fue cargada en las primeras dos estaciones por el cardenal vicario de Roma, Camillo Ruini, luego por una laica colombiana, proveniente de Bogotá, en representación de uno de los países de América que padecen uno de los conflictos más largos del continente.
También cargaron la cruz para llevarla durante el calvario tres africanos, una familia iraquí y la viuda y el hijo mayor del médico italiano Carlo Urbani, fundador de Médicos sin Fronteras, quien falleció recientemente por el virus de la neumonía atípica.
Durante las estaciones del Vía Crucis, transmitido en directo a 56 países de todo el mundo, fueron leídas partes de los textos escritos por Juan Pablo II en 1976 y que el ahora el Sumo Pontífice leyera ante el papa Pablo VI cuando era cardenal durante la Cuaresma de ese año.
Las meditaciones se referían a la guerra en Líbano, que suscitaba en ese entonces temores en el mundo y que adquirieron este año, por la guerra en Irak, enorme actualidad.
Esta noche, el Papa presidirá la vigilia de Pascua y mañana celebrará la misa de Pascua, que concluye con la solemne bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) y un importante mensaje de paz.



El Papa presidió la ceremonia sin ponerse de pie.
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