La imagen es inolvidable y todavía escalofriante: Ben Johnson baja el ritmo y gira levemente su cabeza para mirar a pasos de la meta con soberbia a sus rivales, que a varios metros de distancia no pueden impedir que el canadiense gane por aplastamiento la medalla de oro en los 100 metros de los Juegos Olímpicos de Seúl 88. Horas después, el Comité Olímpico Internacional (COI) le quitaba el oro al canadiense, daba a conocer su doping positivo por el esteroide anabolizante estanozolol y ponía en un avión al protagonista del mayor escándalo de doping de todos los tiempos. Quince años más tarde, la final del estadio olímpico de Seúl parece ser la más lenta de la historia. Porque aún se sigue corriendo. Carl Lewis, el hijo del viento, el hombre que no dudó en denunciar que Johnson había corrido dopado, está bajo las sospechas de todo el mundo. El oro que ganó tras la descalificación de Johnson podría estar manchado. Y, con él, la final entera. Según documentos en poder de Wade Exum, director de controles antidoping del Comité Olímpico de Estados Unidos (Usoc) entre 1991 y 2000, Lewis es uno de los más de cien atletas estadounidenses que dieron positivo entre 1988 y 2000 sin recibir sanciones por parte del Usoc, que ocultó los casos. Los atletas involucrados ganaron además 19 medallas olímpicas. Como destacó ayer el diario británico The Guardian, las denuncias conocidas el miércoles en Estados Unidos a través de la revista Sports Illustrated implican que "los tres primeros hombres en cruzar la meta en la final de los 100 metros en Seúl estaban implicados en grandes escándalos de doping". Johnson dio positivo por estanozolol, la principal razón de su descomunal musculatura. Ayer es entrenador personal de Soad Gaddafi, hijo del jefe de Estado libio Muammar Gaddafi. Lewis (se sabe ahora) dio positivo por seudoefedrina -la misma sustancia que expulsó del Mundial de Estados Unidos 94 al argentino Diego Maradona-, efedrina y fenilpropanolamina. Mientras vive de su fama de adalid de la lucha contra el doping, Lewis dedicó en los últimos años parte de su tiempo a participar en películas de clase B como "Atomic Twister" o "Alien Hunter". El británico Linford Christie, tercero en la carrera pero plata tras la descalificación de Johnson, sorteó con lo justo la sombra del doping en aquellos inolvidables Juegos. Eran las tres de la madrugada en Seúl cuando un panel del COI aceptó, por once votos contra diez, que la seudoefedrina encontrada en su organismo tras su cuarto puesto en los 200 metros se originaba en un té de ginseng que el británico alegó haber tomado. Según testigos, dos de los votantes estaban dormidos. Once años después Christie daba positivo por nandrolona. Tercero en el podio fue el estadounidense Calvin Smith, del que no se sabe nada. Cuarto tras la descalificación de Johnson fue otro estadounidense, Dennis Mitchell, que hace cuatro años protagonizó un momento grotesco para justificar un positivo de testosterona: según el atleta, cuatro encuentros sexuales con su esposa y seis cervezas eran la causa. No convenció a nadie, fue sancionado por dos años y fue su final en el atletismo. Con semejante cadena de sospechosos, cabría pensar que, si los controles antidoping y quienes los llevaban adelante hubieran sido serios, el oro debería haber quedado en manos del sexto en cruzar la meta (quinto finalmente), el brasileño Robson Caetano da Silva. O el oro en los 200 metros, donde da Silva fue bronce tras Joseph DeLoach y Lewis, ambos sospechados hoy. Pero el COI acabó rápidamente con la idea. "¿Se pueden cambiar los medallistas?" No, enfatizó Giselle Davies, portavoz del COI. La carta olímpica contempla que ninguna decisión de entregar o quitar medallas puede ser modificada tres años después de haberse celebrado la competencia. Pero eso no impide que la sospecha crezca. "Los documentos (de Exum) prueban lo que la comunidad deportiva sospechaba desde hace tiempo: los Estados Unidos no se tomaron en serio los controles antidoping, mientras acusaban al resto del mundo, en especial la Unión Soviética y Alemania Oriental, de apelar al doping", señaló The Guardian. Lewis fue votado por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) como el "atleta del siglo XX" y se presentó como "el guardián moral del deporte", según recuerda la prensa británica. Pero el problema no parece estar en una persona, sino en todo un sistema. Como recordó ayer el diario australiano The Sydney Morning Herald, al menos un atleta estadounidense dio positivo por esteroides en 1999, lo que no le impidió competir en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, donde ganó una medalla de oro. Hasta el día de hoy, Estados Unidos se rehúsa a revelar su nombre o el de los otros 13 atletas que también dieron positivo en la recta final a las Olimpiadas, donde participaron del cada vez más dudoso sueño olímpico. (DPA)
| |