José L. Cavazza / La Capital
Baby López Furst y Jorge Navarro se cansaron de realizar recitales a dos pianos. La ceremonia era tan simple como efectiva: swing, standars y el contrapunto efectivo de dos tipos que funcionaban como el yin y el yang de los pianos de jazz. En cambio, el encuentro a dos pianos en el Parque de España de Hugo Fattoruso y Carlos Aguirre no fue tan simple de escuchar ni de explicar. No son músicos de jazz, tocan generalmente composiciones propias y los clásicos contrapuntos son, en el mejor de los casos, apenas un detalle a lo largo del concierto, ya que los contrastes en la mayoría de las veces se dieron a partir del fraseo natural de cada uno y quedaron expuestos como un tapiz de trazos y colores diferentes aunque magistralmente amalgamados. A pesar de la ausencia de swing jazzero en el recital de Fattoruso-Aguirre el aura del jazz no dejó de sobrevolar el escenario del Parque de España. Si se reconoce como valor primordial del jazz a la improvisación, la creatividad espontánea y a esa charla de ida y de vuelta entre los instrumentos a partir de una partitura básica, el concierto fue eminentemente jazzero. Además, el feeling que demostraron tener estos pianistas, sin demasiados ensayos previos (un concierto similar en Santa Fe hace tres meses y un par de pruebas en Rosario antes del espectáculo), garantizaron un encuentro poco frecuente entre dos músicos de vienen de palos diferentes. El uruguayo Hugo Fattoruso lleva el ritmo del candombe en la sangre. Pero esto no es todo. En los 60 lanzó al emblemático Los Shakers, un grupo 100 ciento beatle; años después formó el trío de música popular Opa. Vivió algunos años en Estados Unidos y Brasil, hecho que lo llevó a nutrirse de otras músicas (ver aparte). Por su parte, el entrerriano Carlos Aguirre siempre planteó un personal acercamiento al folclore a partir de un concepto propio contrapuesto a la estética tradicionalista y festivalera. Las personalidades de ambos músicos no pueden ser más contrastantes. Fattoruso es extrovertido y lo refleja en un fraseo arrollador. Aguirre, de una fina sensibilidad, crea melodías sutiles y brillantes. Fattoruso suena urbano y cosmopolita, y Aguirre, profundamente regional. La mano izquierda del uruguayo es como una herramienta de percusión y a veces juega con las atonalidades ("Rosina", en su set solista); con armonías potentes y claras, donde se reconocen aires milongueros, clásicos ("27 de marzo", el primer tema de la noche) o bluseros ("Malísimo", de Rada, a dúo con Aguirre, o un blues de Chico Buarque que tocó solo). La mano derecha de Aguirre es como una varita mágica. "Milonga de mar adentro", uno de los dos temas que tocó en su set solista, es belleza al estado natural. Juntos, el arrollador Fattoruso y el sensible Aguirre bordearon con una naturalidad asombrosa los sonidos más recónditos del espíritu.
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