Año CXXXVI
 Nº 49.813
Rosario,
martes  15 de
abril de 2003
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Pidiendo el voto
Ser una Nación, ser Argentina

Manuel Herrera (*)

Agobio y angustia son las palabras que mejor definen el estado de ánimo de los argentinos. El entusiasmo y el debate que solían caracterizar las instancias preelectorales están hoy ausente. Son muchos los que han perdido la esperanza de construir un proyecto, y eso está señalando la mayor de las responsabilidades que hoy tiene la política, los candidatos y los medios a quienes compete difundir el mensaje de éstos.
No bastan las consignas de campaña, las falsas promesas acompañadas de sonrisas, ni los gestos duros para aparentar seriedad, mientras proclaman que más tormentos son imprescindibles para salir de este oscuro presente. Somos un país de ciudadanos, que no quiere ser la tierra de los eternos perjudicados. Ya sabemos que la demagogia y la dádiva son amargas, onerosas e insostenibles aventuras.
Y, también, que es mentira la promesa de derrames benéficos después de soportar sacrificios, la enajenación de todo lo nuestro, la apertura indiscriminada que desocupa, la desregulación cómplice de los monopolios, los ajustes que soportan y benefician siempre a los mismos. Una nueva y detestable forma de demagogia. Ante ambas ficciones operan los responsables de esta crisis que ahora se ofrecen como renovadores y reparadores.
Un territorio y un pueblo que sean nuevamente una Nación es lo que ambiciono ahora y aquí para mi Argentina. Es posible y basta, para lograrlo, inspiración, esfuerzo y compromiso para instalar nuevamente los valores permanentes que permiten la existencia de "un proyecto en común incitante hacia el futuro".
Tener conciencia de nuestros dolores y glorias del pasado, y, sobre todo, privilegiar el bien común por sobre intereses particulares y sectoriales, para poder concretar un mejor porvenir. No lo hemos hecho y la realidad que vivimos permite constatarlo. La mayor concentración del ingreso de la historia, el dolor y el desamparo de los más débiles, la exterminación de la ex clase media, hoy formando parte de los 21.000.000 de pobres.
No me interesa una Argentina potencia, sino una Argentina potente, espiritual y económicamente, que permita cumplir con el mandato de nuestro contrato básico: "Asegurar el bienestar general, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino".
(*) Candidato presidencial del Partido Demócrata Cristiano


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