Orlando Verna / La Capital
Se toman ritmos de la periferia, se los desclasifica, se los mezcla en una licuadora mental, se trabaja la melodía por un lado, la armonía por el otro y se sirve todo con un dejo de simpatía. Quizás sea esa la fórmula con la cual Kevin Johansen consiguió imponer su música globalizada y llenar el viernes por la noche la sala Lavardén. Aunque el número de espectadores es sólo un dato anecdótico si se lo compara con la devoción que estos le profesan a su artista predilecto. Aplausos a rabiar, risas de complicidad, besos, autógrafos y hasta la irrupción de una anciana desubicada sobre el escenario genera este músico argentino nacido en Alaska que combina en un mismo show tango, milonga, cumbia, rock, pop, candombe, bachata, country y bossa nova con el único objetivo de divertirse. Por lo menos eso parece demostrar con una sinceridad atrapante y una propuesta que está más cerca del humor musical que de la world music, donde se lo encasilla. De este modo, recuerda a una "Daisy" comehombres, se mofa de una "Cumbiera intelectual", se enamora con "Soñé", apunta sus propios defectos pidiendo que "No seas insegura", pasea con gringos por "Puerto Madero", promete no parar con "Go on", describe el consumismo pensando en "Mc Guevara's o Che Donald's", da vueltas en "El círculo" y saca su lengua multinacional luego de comer "Guacamole". Y si estos condimentos no sirven como anzuelo allí está también la carnada televisiva de la pareja Echarri-Cid que, mientras mezclan sus flujos, escuchan "Down With My Baby". Así Johansen construye una intensa comunión con su público de clase media alta educada exhibiendo no sólo un ingenio y una ductilidad autoral pocas veces oídas, sino también mostrando una hilacha social típicamente aborigen. Su experiencia neoyorkina irradia una especial atracción para camadas ex-convertibles con pretensiones primermundistas que a veces olvidan la música para adorar el costado norteamericano de Johansen. No obstante, el show es ágil, divertido y amplio en su enunciación, y habla de un mundo altamente influenciado por las comunicaciones, promoviendo el eclecticismo como norte y la heterogeneidad como elección estética.
| Johansen llenó la Lavardén con su música globalizada. (Foto: Marcelo Bustamante) | | Ampliar Foto | | |
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