| | Análisis: Lo malo frente a lo peor
| Mauricio Maronna / La Capital
Definitivamente, los electores argentinos irán a las urnas con una certeza: volver a votar por el mal menor. Como cantaba hace años el genial Cazuza en Brasil, el futuro parece un museo que repite el pasado sin grandes novedades. Impresiona leer detenidamente una encuesta realizada por Carlos Germano & Asociados en provincia de Buenos Aires, la patria chica del presidente Eduardo Duhalde. Mientras ninguno de los candidatos supera el 17% de intención de voto, lidera el sondeo por pocas décimas Carlos Menem, quien, vaya paradoja, recoge el mayor índice de rechazo (69,60%). El político con mejor imagen positiva (cada vez más cerca de arañar el 40%) es el que dijo cien veces "no". Por eso, para Reutemann el 27 de abril será el día más triste de su historia política. Con él en pista, el interrogante sobre el futuro jefe del Estado hubiera dejado de ser tal. Pero es hora de olvidarse del Lole: en definitiva, lo que se ve es lo que hay, y el presidente será Menem, Néstor Kirchner o Adolfo Rodríguez Saá. Más allá de que la mayoría de los encuestadores estén más perdidos que Saddam Hussein en la Quinta Avenida y hayan cerrado sus números lavándose las manos como Poncio Pilatos (decretando un triple empate en la punta como si se tratara del Torneo Clausura), a 15 días de una elección histórica ninguno de los presidenciables tiene ese tigre de papel capaz de encolumnar detrás a una mayoría importante de la población. No se trata de reclamar un compendio farragoso de propuestas (¿cuántos leyeron en el 99 la soporífera y mediocre Carta a los Argentinos?). A Raúl Alfonsín le bastó decir que "con la democracia se cura, se educa, se come" para llevarse el trofeo; a Menem, "revolución productiva y salariazo", y a Fernando de la Rúa la pregunta "¿alguien quiere seguir con esto?". Como interroga el sociólogo Heriberto Muraro: ¿acaso los candidatos han perdido la chispa o son tan miopes que no comprenden la importancia de diferenciarse de sus contendientes? Todos parecen luchadores berretas de una pelea en el barro. Menem, quien se jacta de ser una "marca registrada", se contradijo con la dolarización, el uno a uno y el alineamiento con Estados Unidos, y Néstor Kirchner está convencido de que ganará solamente con la estrategia de pegarle al riojano por debajo del cinturón. Según todos los escenarios de ballottage, le alcanzará para calzarse la banda y el bastón. Sin embargo, Rodríguez Saá parece haber remontado vuelo en las últimas semanas con un discurso peronista de barricada, prometiendo aumento salarial de 500 pesos, tren bala y haciendo rápida lectura de un fenómeno que se dio en las últimas elecciones: en el último tramo, la TV es clave para ganar los comicios. Y ahí está el Adolfo mostrando la sonrisa gardeliana con Susana Giménez, CQC y Mirtha Legrand. Si a algunos de los postulantes el ballottage les queda demasiado lejos, el 27 de abril, cerca de la medianoche, empezarán a llover las impugnaciones. Y con ellas el infierno tan temido. Unos y otros parecen omitir que Argentina está en quiebra y que el mandatario electo deberá pagar entre septiembre y diciembre más de 6.000 millones de dólares a los organismos internacionales de crédito, una cláusula clave para que el FMI levante al país del Veraz internacional en el que se encuentra. ¿Cómo se logra salir del laberinto sin un acuerdo amplio entre las facciones que hoy se disputan el poder? En medio de la atonía general, los ciudadanos irán a las urnas con el mismo ánimo con el que el poeta inglés Cecil Day Lewis (citado en su página cultural por la revista Debate) escribió: "Nosotros, que vivimos por sueños honrados, hemos de defender lo malo frente lo peor". Nada nuevo asoma en el horizonte.
| |
|
|
|
|
|
Diario La Capital todos los derechos reservados
|
|
|