Año CXXXV
 Nº 49.811
Rosario,
domingo  13 de
abril de 2003
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Editorial
Fraude electoral, riesgo mayúsculo

Después de atravesar un período que se encuentra, de acuerdo con calificadas opiniones, entre los más difíciles de su historia, el país se apresta a renovar la autoridad presidencial en el marco de una de sus más trascendentes y consolidadas conquistas, la democracia. Y si bien la gravedad de la crisis económica y la justificada decepción del pueblo en relación con la actuación de los dirigentes contribuyen a diluir la expectativa por los inminentes comicios, nadie ignora la importancia que tiene para el futuro de los argentinos el resultado de las elecciones. Sin embargo, acaso más importante que el nombre del triunfador sea que este proceso electoral clave se desarrolle en calma y el escrutinio se concrete sin tropiezos. Las reiteradas denuncias sobre la posibilidad de un fraude abren, en tal sentido, un signo de interrogación que merece ser atendido.
Ocurre que si algo rescata a la Nación del más profundo de los abismos, eso es la continuidad del régimen republicano. Aun en el medio de las convulsiones sociales que signaron la traumática caída del gobierno de la Alianza el espíritu cívico se mantuvo vivo, y ni siquiera llegó a asomar la cabeza en el horizonte la posibilidad de un regreso del autoritarismo. En tal sentido, la dura lección histórica que dejó la última dictadura militar parece haber sido aprendida.
Sin embargo, no conviene seguir desperdiciando oportunidades. Por tal razón la próxima gestión presidencial resultará decisiva para demostrar que la democracia puede, también, hermanarse con la eficiencia. Y ciertamente conviene que el nacimiento de ese mandato crucial se produzca por fuera de toda sospecha.
Lo inéditamente reñida que se presenta la puja preelectoral obligará a redoblar la atención. Mas aún si distintos candidatos, provenientes de franjas ideológicas enfrentadas, han alertado sobre ese peligro. Su concreción podría ensombrecer definitivamente el futuro de un país que necesita con urgencia cerrar una etapa dramática para poner proa, decidido, hacia una realidad mejor.


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