Año CXXXVI
 Nº 49.809
Rosario,
viernes  11 de
abril de 2003
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Editorial
El control de los ciclistas

La inminente llegada al recinto del Concejo Municipal de un proyecto que pretende regular el tránsito de bicicletas en Rosario da nuevo impulso a un debate que la sociedad no debe postergar.
No será la primera vez que el cuerpo colegiado tenga la posibilidad de analizar una propuesta semejante. En septiembre del año pasado el edil socialista Raúl Lamberto había presentado una iniciativa del mismo tenor; cuando adquirió estado público, recibió una andanada de críticas que la hizo fracasar casi de inmediato. Con una notoria morigeración de las sugerencias realizadas en aquel entonces, el mismo concejal ha vuelto a la carga con un tema que más allá de las distintas apreciaciones que suscite no amerita ser ignorado bajo ninguna circunstancia.
Los números dejan claramente sentada la necesidad de atender el asunto: el incremento de los ciclistas lesionados en siniestros viales es alarmante, a tal punto que las víctimas se duplicaron entre 1993 y 2001. Por fuera de la contundencia de las cifras, cualquiera que transite por las calles rosarinas descubrirá, en primer término, la abundancia de ciclistas que circulan por las mismas y, en segundo lugar, la actitud desaprensiva de muchos de ellos tanto hacia sí mismos como hacia sus semejantes. Doblar de contramano, circular por la izquierda, carecer del ojo de gato y pedalear de noche por el carril más rápido de un bulevar o avenida se han erigido en faltas tan peligrosas como comunes que, lamentablemente, no son controladas por nadie ni reciben el correspondiente castigo.
La impresión que transmite tal situación es que la pequeñez y fragilidad del vehículo pareciera otorgar impunidad a quienes lo conducen. Ciertamente que las dos características mencionadas impiden que los ciclistas se tornen en victimarios directos de nadie, y que lo ideal sería que automóviles y bicicletas no compartieran las mismas vías de tránsito, pero en las circunstancias actuales urge fijar reglamentaciones y aplicarlas con la escrupulosidad necesaria.
De modo simultáneo resultaría de suma utilidad persistir en el terreno educativo: la reiteración de campañas publicitarias destinadas a enseñar a la ciudadanía el respeto por las normas de tránsito debería constituir una prioridad ineludible para la administración municipal. Uno de los peores rasgos de la crisis argentina, cual es la extensión de actitudes vinculadas al individualismo y la indiferencia, tiene un indudable y trágico correlato en el incremento de accidentes de tránsito.


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