Jorge Levit / La Capital
En sólo 20 días de combate las tropas norteamericanas que invadieron Irak lograron llegar a Bagdad, el centro neurálgico del poder de Saddam Hussein. La resistencia iraquí dio algunas sorpresas porque fue importante en terreno abierto durante los primeros días del conflicto pero insignificante en torno a la capital. Contra todos los pronósticos la toma final de Bagdad fue menos cruenta que lo esperado pese a los numerosos muertos civiles que produjeron los bombardeos y los "daños colaterales". En Basora, los ingleses hicieron un trabajo mucho más limpio -se notó su experiencia como ex imperio colonial-, sin tantas "equivocaciones". Tuvieron paciencia y tras el sitio de dos semanas que impusieron sobre la segunda ciudad iraquí lograron tomarla con pocas complicaciones, aunque después no controlaron el saqueo y la violencia. Además, la información que ofreció el gobierno británico sobre la guerra siempre se comprobó luego en el campo de batalla. En contraste, norteamericanos e iraquíes montaron un show que a medida que pasaban los días se iba desmoronando. A las pocas horas del primer ataque aéreo a Bagdad, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, decía que Saddam parecía ya no tener el control de país. Desde el lado iraquí, un histriónico ministro de Informaciones negaba que los marines hubieran tomado el aeropuerto de Bagdad mientras la TV mundial mostraba el aterrizaje de un avión militar norteamericano. La guerra de los mensajes y los medios no parece haber contribuido mucho al desenlace de este conflicto, que está terminando en el campo de batalla pero que inexorablemente dará lugar al nacimiento de un enfrentamiento mucho más virulento y caótico. A los países musulmanes cuyos gobiernos tienen posiciones moderadas la continuación del conflicto armado los exponía a levantamientos populares en apoyo de Irak. La guerra televisada, especialmente la masacre de civiles, conmueve a todos pero sobre todo a quienes puedan sentir que lo mismo puede algún día ocurrirle en su propio país. En ese contexto el odio hacia el Occidente que encarnan Estados Unidos y Gran Bretaña moviliza a millones de musulmanes que fácilmente pueden ser incorporados a posiciones más radicalizadas que atenten contra la estabilidad política de los gobiernos de sus países. En Pakistán, por ejemplo, gobierna una dictadura pro norteamericana que controla un creciente avance fundamentalista de la población. El ejército paquistaní tiene capacidad nuclear, comprobada por varios ensayos que ya ha realizado para intimidar a su tradicional enemigo: la India. ¿Qué ocurriría si los integristas derrocan algún día al actual gobierno militar y pasan a controlar los recursos nucleares? Pakistán se convertiría en un Afganistán talibán pero con armas poderosas. En Turquía, un país con resabios del imperio otomano pero con pretensiones de ingresar a la Unión Europea, las Fuerzas Armadas son, por ahora, la oposición más firme para que partidos islámicos extremistas accedan al poder. En las musulmanas ex repúblicas soviéticas del mar Caspio la situación es confusa, cambiante pero también inclinada hacia el mismo lado: avanzan las ideas radicales. Indonesia, en el sudeste asiático, es el país con mayor población musulmana del planeta. Regímenes despóticos dejaron lugar en el último lustro a gobiernos más moderados en medio de permanentes revueltas y alzamientos de los grupos más radicalizados. El último gran atentado se produjo en una de sus islas más famosas -Bali-, donde organizaciones conectadas a la red de Osama Bin Laden hicieron estallar un club repleto de turistas occidentales y mataron a más de un centenar personas. En la región autónoma palestina la obstinación israelí de mantener las colonias y los tanques en los territorios ocupados fomenta el desarrollo de los ataques suicidas de los dirigentes terroristas islámicos, que envían a niños y adolescentes a asesinar e inmolarse con la promesa mágica de una vida menos miserable en el más allá. En la nueva guerra que comienza los atentados en cualquier parte del mundo irán en aumento. Serán la expresión brutal de una lucha que no se apagará con invasiones para cambiar regímenes tiránicos o buscar armas de destrucción masiva que hasta ahora no aparecen. El conflicto de este nuevo siglo es mucho más profundo y no se resuelve sólo con la pretensión anglonorteamericana de pacificar por la fuerza al Medio Oriente u otras regiones del mundo. Es imposible llevar paz a millones de personas que no tienen nada que perder. Sin educación ni desarrollo económico casi en las dos terceras partes del planeta la lucha será interminable e irá creciendo. La pacificación del mundo será sólo una expresión de deseo en las reuniones cumbres de las potencias. [email protected]
| |