cartas

Placer del bueno

Quisiera contestar a una expresión del productor Victor Maytland, para quien "en este país todo lo que da placer es de degenerados". No sé si es una afirmación que hace por cuenta propia evaluando los filmes que él produce o si se refiere a que muchos no compartimos la idea de que el placer, como tal, sea signo de degeneración. Ese calificativo alcanza, en todo caso, para la foto que ilustra el artículo de la sección espectáculos del pasado 5 de abril de La Capital. Sí, es una foto de degeneradas, y, me parece, que poner en el periódico semejante imagen, sobre todo en un diario que llega a la familia -máxime si tenemos en cuenta que para estimular el hábito de lectura en los chicos, muchas veces les sugerimos que lean el diario-, es un despropósito. Me gustaría decirle a ese productor que gracias a Dios todavía muchos millones (que sentimos compasión por quienes padecen desviaciones en su identidad sexual) experimentamos placer por una enorme cantidad de cosas buenas que no tienen que ver con la bajeza. El sexo del que habla la nota es santo y bien querido para los matrimonios, por algo Dios los creó varón y mujer, pero está reservado a la intimidad; lucrar con sexo explícito en filmes o videos y hacer alarde, ya es otra cosa. Parece una muestra de que alguna fibra del alma se ha enfermado. Siento placer cuando camino junto al río; cuando admiro la belleza de una flor, aspiro el aroma de un perfume, cuando en mi cuadra florecen los tilos; cuando veo a mi sobrinita Abril, de una semana de vida y la contemplo como un nuevo milagro porque una vez más Dios mantiene su compromiso de dar al hombre la capacidad de engendrar y traer nuevos seres al mundo; siento placer cuando recibo una carta de un ser querido o comparto la mesa con mi familia, cuando converso con un amigo. Luego, como se ve, hay miles de cosas que "en este país producen placer sin que haga falta que sea para degenerados". No discuto el talento de Maytland pero lo estimulo a cambiar de género y producir filmes que tengan que ver con placer del bueno.
Doctora Nereida Brumat Decker