Inspectores de la delegación local de la Dirección Nacional de Migraciones expulsaron ayer a una familia rumana que residía ilegalmente en Rosario. El procedimiento se realizó cerca de las 7.30 en una pensión céntrica donde vivía junto a un grupo de compatriotas. El propio delegado de Migraciones, Héctor Montes, concurrió al lugar a bordo de una pick-up de la repartición y condujo a los cuatro extranjeros al aeropuerto de Ezeiza. El grupo está compuesto por una pareja joven y dos niñas pequeñas. Al irse, saludaron sonrientes a sus compañeros del inquilinato. Querían partir, volver a su tierra y no podían pagar el pasaje. Al ser retornados, lograron su cometido y se fueron contentos.
Los deportados fueron identificados como Brazilian Moise (27) y Julieta Nicolae (22), a quienes acompañaban sus dos pequeñas hijitas de 3 y 1 año.
La pareja había ingresado al país hacía cerca de dos años por el puerto de Bahía Blanca en condición de refugiada y las autoridades migratorias ya la habían instado a abandonar Argentina.
Pero lejos de obedecer esa resolución (quedaron fuera de la cobertura de la ley federal de migraciones al interrumpir los trámites), Brazilian y Julieta dejaron Bahía Blanca y reaparecieron hace algunos días en Rosario, donde fueron identificados por los inspectores migratorios.
"Miralos, están satisfechos de volver con su familia a Rumania", sostuvo Montes mientras señalaba a los deportados ya a bordo de la camioneta. Hace doce días, el funcionario les consultó si querían retomar el permiso de residencia, pero explicaron que no preferían retornar a casa. Por eso, Migraciones se puso en campaña y consiguió los vuelos internacionales. "Eso fue costoso", dijo el funcionario.
En tanto, en Rosario quedaron otras diez personas en la misma situación, a las que poco a poco -se anunció- irán repatriando.
Pobres y mendigos
Los inspectores migratorios aseguraron que los jóvenes "les hacían ejercer la mendicidad a sus dos hijitas" y ellos mismos trabajaban pidiendo en la calle a pesar de que, al parecer, Cáritas les había ofrecido empleo" (ver aparte).
Los deportados partieron desde el aeropuerto internacional de Ezeiza con rumbo a Roma, para conectar desde allí Bucarest, capital de Rumania.
Con esta familia ya son unos diez los rumanos que fueron expulsados en lo que va del año por residir ilegalmente en Rosario.
El arribo masivo de ciudadanos de esa nacionalidad se había detectado años atrás. Con el tiempo pudo comprobarse que muchos de ellos fingían discapacidades físicas ante los automovilistas para poder ganarse unas monedas.
Pero con la devaluación del peso argentino, las familias rumanas abandonaron Rosario en busca de nuevos horizontes.
Los repatriados aseguraron que, una vez en su terruño, trabajarán en el campo. Están convencidos de que la vida allá será difícil, pero también de que "en Argentina todo el mundo está mal". Uno de los compatriotas que se quedó fue taxativo: "No tenemos plata y en Rumania nos extrañan mucho", dijo en un castellano sumamente entendible frente a la pensión de Urquiza 1309. Después, saludó a sus compañeros que definitivamente abandonaban el centro rosarino en busca de una salida: Ezeiza.