| | Semana Santa Salta, el valle de la libertad
| Paola Soldano
Al decir Palermo Oeste no sólo se está nombrando a uno de los centros poblados del majestuoso departamento salteño de Cachi, en los valles Calchaquíes, sino que además se hace alusión a una carga de historia feudal que se extendió durante más de doscientos años, hasta casi nuestros días, cuando sus pobladores se están acostumbrando a vivir en libertad. Si el turista elige el norte del país como destino vacacional durante la próxima Semana Santa, una interesante opción es conocer este poblado ajeno al ritmo frenético de las grandes ciudades, donde el visitante se encontrará con gente tímida pero franca, con una idiosincracia diferente, cargada de cultura, que de a poco se va acostumbrando a vivir en libertad. El árido camino que nos acerca a Palermo Oeste, apostado en jurisdicción del municipio Payogasta, cambia de color al llegar a la finca, que está rodeada por pircas bajas de adobe, tras las que se ven verdes plantaciones de frutas y hortalizas. Los conocedores de la zona dicen que el fuerte de la producción en ese lugar es el pimiento para pimentón, aunque ahora también se da el comino, el tomate, la papa y, en menor medida, la cría de ganado menor. El acceso lleva hasta el casco de la finca, donde hay una vieja casona de piedra en la que vivió don Marcos Benjamín Zorrilla, quien fue embajador argentino en Rusia durante el siglo XIX y que obtuvo esas tierras tras reclamarlas como herencia. Un solar separa a esta vivienda del caserío que hoy conforma el pueblo, que ya tiene escuela, un centro de salud y la infraestructura mínima y necesaria para que los pobladores, silenciosos y pacientes, disfruten de los servicios que mejoran la calidad de vida, como el agua potable y la energía eléctrica. Los que saben de la historia de Palermo aseguran que en esta zona precordillerana, al oeste de Salta, vivían los diaguitas, indígenas dedicados a la agricultura que hablaban la lengua kakana y habitaban en sólidas construcciones de barro y piedras. Después, cuando llegaron a la zona los incas del Alto Perú que buscaban alejarse del ataque español, estas tierras conocieron la soledad y su historia comenzó a contarse nuevamente con la llegada de Zorrilla, que fue quien trasladó a cien familias de Villazón, un poblado boliviano que limita con La Quiaca, para trabajar. Estas familias fueron radicadas como arrenderos, y así se comenzó a desarrollar un feudo -que pronto adquirió un perfil agroexportador y que perduró hasta la década de 1980-, en el que los pobladores trabajaban la tierra durante 20 días para pagar su estadía temporal en ella. De esa manera tenían también el derecho de sembrar entre dos y cuatro hectáreas, mientras que los otros diez días del mes trabajaban para comprar sus alimentos, mientras que el patrón se reservaba el derecho de comprar los excedentes de esos cultivos pagando con una moneda acuñada por él. Esa moneda solamente podía canjearse en la proveeduría de la finca, que tras cuatro generaciones de palermeños fue expropiada por el gobierno y las tierras posteriormente entregadas a sus habitantes, a través de escrituras de propiedad. El imponente nevado de Cachi y el murmullo de las aguas del río Calchaquí son parte del asombroso paisaje de esta región de Salta, asentada sobre una extensa meseta en la que los visitantes pueden disfrutar de un clima sin igual, seco y con sol casi permanente. Para llegar a este poblado, que está a unos 170 kilómetros de Salta capital, se debe transitar la ruta provincial 33 y la nacional 40.
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