Corina Canale
La peregrinación por capillas rurales cercanas a la ciudad cordobesa de San Francisco propone un vía crucis, "Los caminos de la fe", donde se revive la pasión y muerte de Jesucristo en los días de la próxima Semana Santa. Este recorrido por las capillas chacareras de la pampa gringa integra el "Programa de turismo rural-religioso" impulsado por la Municipalidad de San Francisco, ciudad a la que llegaron a fines del siglo XIX los primeros inmigrantes italianos del Piamonte. El Jueves Santo, el itinerario turístico religioso comenzará en el Palacio Municipal con la visita a cinco capillas. La primera es Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, construida entre 1912 y 1916 en el hospital de Iturraspe, el edificio religioso más antiguo de la ciudad. La peregrinación abarca la capilla San Francisco de Asís, en la plaza San Francisco, levantada en 1892 con aportes vecinales, y la capilla San José, que data de 1898 y fue dos veces reconstruida. Actualmente pertenece a la familia Sada. El recorrido del Jueves Santo visita la capilla Dulce Nombre de María, bajo cuya protección don Constanzo Salvagno puso la frágil salud de su esposa, y la capilla San Roque, levantada en 1882 por la familia Fillipa en agradecimiento a la curación de su padre, víctima de la peste bubónica de 1880. "Los caminos de la fe" es una manera de conectarnos, durante los días santos, con nuestra cultura cristiana y con la historia de los inmigrantes piamonteses, a través de la fe y la oración. Esa religiosidad es la que impulsó a los colonos a construir en sus chacras pequeñas capillas en homenaje a los santos patronos de sus lejanos pueblos. Necesitaban tener un sitio en el que agradecer en familia por la salud y la fecundidad de la tierra nueva, y donde celebrar casamientos, bautismos y comuniones. Para Carlos Galopo, responsable del programa religioso de la comuna, "las capillas rurales son el símbolo de nuestro patrimonio cultural, rescatadas para mostrarlas en la inmensidad de la llanura como testimonios de un pueblo católico y laborioso". Esta región del oriente cordobés es la que reúne mayor cantidad de capillas rurales en todo el país, sencillamente porque los piamonteses, apenas asentados, comenzaron a trabajar la tierra y al mismo tiempo a edificar estos oratorios, en el medio de los sembradíos y a la vera de los caminos. En el circuito los visitantes de la Semana Santa recrearán a través de los relatos de los guías las historias y las anécdotas de los colonos piamonteses, y recorrerán las capillas especialmente adornadas para la celebración. El Viernes Santo, el recorrido comienza a las 9 visitando la capilla Santa Rosa de Lima, levantada en 1893 por don José Roggero, en acción de gracias a la Virgen que los había salvado de la maligna plaga de langostas de 1891. El itinerario se completa con la capilla San Grato, levantada por los hermanos Cerutti porque el santo los protegió de las tormentas de granizo. En Colonia Vignaud se visita la basílica del Sagrado Corazón y de María Auxiliadora, y en Colonia San Pedro la capilla de San Pedro Apóstol, joya arquitectónica de 1891 con artísticas hornacinas talladas en madera. En todos los recorridos, el circuito se completa con un almuerzo y una visita a la ciudad. El Sábado Santo el programa incluye la visita a la capilla Virgen del Rosario de Pompeya, del 1900, propiedad de la familia Raspo, y a la capilla San Chiaffredo de Crisolo, erigida por don Esteban Alissio, que de esa forma agradeció haber salvado a su hijo de los gauchos matreros. También los Giayetto levantaron la capilla Nuestra Señora de la Merced porque la Virgen salvó a uno de sus nietos de una penosa enfermedad, y motivo similares tuvo en 1889 don Segundo Godino al construir la capilla San Valeriano, mientras que Jorge Carignano erigió la capilla San Jorge en 1917 para que los niños a los que enseñaba catequesis tomaran la primera comunión. Esta celebración de la Semana Santa culmina en el bar de Colonia Iturraspe, donde se sirve "bagna cauda", "pasta asciuta", el "paná cun poi" y el "sambayun", todo regado con "bon vin". En este bar, y también en el de Plaza Josefina, los colonos rurales del Piamonte lejano se reunían después de las jornadas de trabajo para disfrutar de un aperitivo, un ajenjo, quesos y salames a la grasa. Sin saberlo estaban escribiendo una historia de fe, paz y profunda espiritualidad.
| |