Año CXXXVI
 Nº 49.804
Rosario,
domingo  06 de
abril de 2003
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Análisis: La canción sigue siendo la misma

Mauricio Maronna / La Capital

La tragedia que se posa sobre Irak pone bajo la alfombra la insoportable levedad de la campaña electoral argentina. A 21 días de los comicios, cruciales para el futuro institucional, los candidatos han comenzado la fase final de una guerra dialéctica chabacana, berreta e insensata. Por primera vez desde que Reynaldo Bignone le entregó la banda y el bastón a Raúl Alfonsín, y a tan pocos días de una elección, el futuro presidente no tiene nombre propio: es un gran signo de interrogación.
Uno de los pocos encuestadores que jamás falló en sus pronósticos apeló, el miércoles, a la honestidad brutal para postergar por unos días una entrevista con La Capital: "No quiero caer en la tentación de la mayoría de mis colegas que, en vez de admitir que no hay formas de decir quién va primero, segundo o tercero, se refugian en que existe un triple empate que impedirá hacer una proyección antes del 27 de abril. Eso es mentira, están todos desbordados y no saben cómo hacer pie en el nuevo escenario".
Lo único seguro por estos días, donde (a falta de propuestas) ganan títulos los insultos y las chicanas que se prodigan los aspirantes a jefe de Estado, es que Carlos Menem conserva un núcleo de adherentes de hierro, ajeno al pasado del ex presidente. Y Menem lo sabe: el miércoles, mientras Néstor Kirchner quedaba disfónico frente a una multitud sospechosamente silenciosa en River Plate, el riojano clavaba en un ángulo los centros que le tiraban los conductores del programa "A dos voces".
Pero la relajación del hombre de Anillaco ante las cámaras contrasta con la vorágine en la que han entrado sus principales operadores. "Por suerte llegó (Carlos) Corach, que sabe cuáles son los timbres que hay que tocar. La mayoría de los que estaban parecía haber salido de la Armada Brancaleone", se confesó un legislador santafesino, conocedor de la cocina menemista.
Eduardo Duhalde hizo una perfecta lectura del acto en el Monumental. Los fedayines bonaerenses hicieron acto de presencia, pero parecían inconmovibles frente a la pirotecnia verbal de Kirchner. El santacruceño apeló a Perón y a Evita, aunque se inmiscuyó con pésimo gusto en la intimidad familiar de Menem.
"Negro, el dato es este: cuando el cantante cumbiero que preparaba el ambiente pidió que griten los hinchas de River, medio estadio se levantó; cuando les solicitó lo mismo a los de Boca, el otro medio estadio respondió de igual forma. Cuando preguntó quiénes eran los hinchas de Kirchner, los muchachos se quedaron callados. Esto así no va, hay que lavarles la cabeza a los nuestros", le dijo al presidente uno de los operadores todoterreno.
Duhalde citó el viernes a Olivos a Felipe Solá, a los ministros e intendentes del conurbano, a quienes sermoneó como nunca antes. "Lean mis labios", pareció decir el hombre de Lomas de Zamora, que, por primera vez, entró en el combate cuerpo a cuerpo: calificó a Menem como "lo peor del pasado" y acusó a Adolfo Rodríguez Saá de "fugitivo". Después subió la escalerilla del avión y se fue a Europa.
Mientras Menem, Duhalde y Rodríguez Saá siguen con su guerra de guerrillas, Ricardo López Murphy apela al sentido común, crece en las encuestas, pero nadie cree que pueda entrar al ballottage. Lilita soporta una crisis en su propio partido y nadie sabe cuál será su futuro en las urnas.
La voz de alerta que La Capital publicó el domingo 23 de marzo ahora está en boca de todos. "El 27 de abril, a las 18, Menem, el Adolfo, Lupín, López Murphy y Lilita se van a autoproclamar presidente. Ustedes, después de los comicios santafesinos en el 95 titularon que «el gobernador sigue en las urnas». Bueno, van a tener que desempolvarlo, podemos estar contando votos hasta el 2018", ¿exageró? un allegado rosarino a Rodríguez Saá.
El tema se coló, incluso, en la agenda internacional: el gobierno tuvo que replicar conceptos del embajador de EEUU designado en Argentina, Lino Gutiérrez, quien no descartó que se entorpezca el escrutinio.
Sería el punto cúlmine de un proceso que viene signado por los peores augurios. La argentina no soportaría que la palabra "fraude" domine la escena como en la época de la Década Infame.
Ojalá haya tenido razón Luis Alberto Spinetta cuando escribió aquello de que "no todo tiempo por pasado fue mejor, mañana es mejor". Aunque lamentablemente, hoy por hoy, para la mayoría de la dirigencia la canción sigue siendo la misma.


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