Adrián Gerber / La Capital
¿Por qué los concejales peronistas rechazaron prorrogar la emergencia económica de la Municipalidad, cuando a nivel provincia la misma sigue vigente desde el año 99? ¿Por qué se cree que la situación de la ciudad es sensiblemente mejor que la de la provincia como para no posponer pagos a proveedores, afrontar juicios perdidos o renegociar contratos con los concesionarios? La respuesta habría que encontrarla en el almuerzo que se realizó hace dos semanas en un hotel céntrico bajo estricta reserva. En la cabecera de la mesa estuvo el presidente del PJ santafesino, Angel Baltuzzi; el ministro de Gobierno, Carlos Carranza; y el presidente de la Cámara de Diputados provincial y delfín del gobernador Carlos Reutemann, Alberto Hammerly. El resto de los comensales se completaba con los concejales justicialistas de Rosario. Entre bocado y bocado, se comenzó a hablar informalmente sobre los posibles candidatos a intendente que presentará el PJ en Rosario (allí se barajaron varios nombres pero la grilla definitiva está condicionada al resultado de los comicios presidenciales). Y con el segundo plato en la mesa se pasó al tema principal: unificar y consolidar la estrategia que tendrá el peronismo en la ciudad para destronar al socialismo. Así, se acordó intensificar la oposición a la gestión de Binner en todos los frentes. Por ello, los concejales reclamaron acceder a información de primera mano de la provincia para poder confrontar con el oficialismo municipal. Y, con este mapa de ruta, quedó claro que no se aprobaría la prórroga de la emergencia económica. Ya en noviembre pasado en otro cónclave, Baltuzzi les había recriminado a los concejales la falta de solidez que tenía el peronismo en el Palacio Vasallo: "¿Qué somos nosotros, oficialismo u oposición? Entonces ejerzamos la oposición en la ciudad como corresponde". Y como consecuencia de esa reunión el justicialismo le mostró los dientes a Binner y le recortó 44 millones del presupuesto. En tiempos electorales todos sobreactúan, se busca la fricción permanente con el oponente, la pulseada constante, llevar las discusiones a puntos límite. Se privilegia la disputa partidaria, oportunista, pero no la política. La política entendida en su sentido más amplio: el debate racional de ideas, argumentos y proyectos. Y, para ser justos, no sólo los concejales peronistas sobreactuaron esta última semana, sino también el propio intendente Hermes Binner. Si no, ¿cómo se entiende que haya exagerado sobre las consecuencias que tendría para la ciudad que no se pruebe la emergencia económica? El jefe comunal y su secretario de Hacienda, Angel Sciara, sostuvieron a principio de esta semana que sin ese instrumento jurídico el municipio no iba a poder cumplir con sus obligaciones de pago sin afectar el funcionamiento básico de los servicios públicos. En tono alarmante, deslizaron que peligraba la asistencia de salud, de promoción social y el pago de sueldos. Pero este escenario catastrófico esbozado por el Ejecutivo mutó sorprendentemente el mismo miércoles cuando el Concejo decidió hacer caer la emergencia. A partir de allí, Binner comenzó a decir que aunque no se aprobó "no vamos a tener mayores dificultades" y que no había que "dramatizar la realidad porque el municipio cumplirá con sus obligaciones". En rigor, el único que había dramatizado fue el propio Ejecutivo. Evidentemente no había grandes urgencias. Una muestra de que el municipio no estaba tan preocupado por el tema fue que recién remitió el mensaje en cuestión al Concejo apenas días antes de que venza la emergencia. Y ni siquiera operó políticamente para tratar de conseguir votos de concejales opositores que habitualmente acompañan al gobierno socialista en los temas cruciales. Da la sensación de que todo fue una puesta en escena.
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