Bagdad. - La guerra es en Bagdad algo tan lejano como próximo. De noche, las fuertes explosiones despiertan a los habitantes de su inquieto sueño. Durante el día, los ataques son normalmente un retumbo lejano. Los ataques aéreos en las afueras y en los límites de la ciudad tienen el propósito de debilitar los puestos de defensa allí instalados. Pero también durante el día el peligro es constante: la semana pasada, más de 50 personas murieron a causa de una explosión en una concurrida calle comercial y en un mercado.
Aun así, los habitantes de Bagdad consiguen crear una cierta normalidad. Las gasolineras funcionan y algunas tiendas y restaurantes han vuelto a abrir. Los mercados y los comerciantes callejeros trabajan casi a pleno ritmo. En la calle Shorya y en partes de la paralela calle Rashid la vida fluye prácticamente al ritmo acostumbrado.
Precauciones
Sin embargo, la oferta de productos demuestra que los consumidores se están preparando para una posible guerra larga. Kamil, un comerciante de 30 años que tiene una pequeña tienda abierta a la calle, hace grandes negocios con la venta de hornillos de gas, lámparas de petróleo, toneles y bidones. "Los hornillos iraníes, que son realmente buenos, están ya agotados", explica. "Ahora ya sólo me quedan chinos, que además cuestan menos". Su precio son 13.000 dinares iraquíes (4,50 dólares).
"Hay que tomar precauciones", señala Kamil a la hora de interpretar las compras de sus clientes. La gente cuenta con que pronto podrían ser bombardeadas las plantas de electricidad. Entonces no sólo no habrá ningún enchufe que funcione, sino que tampoco saldrá agua de los grifos, ya que en esta llana ciudad hay que bombear el preciado líquido.
En los bidones se puede almacenar alguna cantidad de agua, las lámparas de petróleo proporcionan luz en las noches sin electricidad y con los hornillos se pueden preparar comidas calientes. También la cinta adhesiva es un éxito de ventas estos días. Con ella se pueden proteger un poco ventanas y cristales contra las ondas expansivas de las explosiones. Los primos Hashim y Ahmed, ambos de 16 años, tienen un sencillo puesto en la calle, con el que tratan de aprovechar el negocio de este preciado producto en tiempos de guerra. También venden vajillas de plástico. "En estos momentos, nos ganamos bien la vida con esto", asegura Hashim.
Kamil, el dueño de la tienda, tiene sentimientos encontrados a la hora de analizar el éxito de su negocio. "Preferiría que la guerra acabara rápido", dice. También Hashim y Ahmed preferirían volver a la escuela. "El colegio está cerrado desde el inicio de la guerra", cuenta Hashim. "Pero en el fondo nos da pena". (DPA)