Año CXXXVI
 Nº 49.799
Rosario,
martes  01 de
abril de 2003
Min 17º
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Editorial
La caída de los clubes del trueque

Los clubes del trueque, un instrumento que los argentinos aprovecharon para enfrentar la profunda crisis socioeconómica, con epicentro en diciembre del 2001, poco a poco, por distintas razones, han ido perdiendo protagonismo y algunos ya le vaticinan su extinción a mediano plazo. Se trata de una noticia que ofrece dos tipos de lectura: por un lado, el aspecto positivo, ya que revela la reactivación productiva, el freno al proceso recesivo y la recuperación del trabajo asalariado, aunque todavía lejos del nivel deseado. Pero por otra parte, expone la incapacidad de protección o bien la vulnerabilidad de esas redes solidarias, instaladas en todo el país, frente a cualquier intento de especulación.
Un año atrás, el fenómeno del trueque alcanzó a casi todas las capas sociales; no hubo barrio que no contara con un club, desde los de mayor marginalidad hasta los de gran poder adquisitivo. En Rosario llegaron a existir unos 300 lugares de encuentro y pasaron por allí unas 45 mil personas, mientras que actualmente no llegan a 100 y sólo transitan unos 5.000 ciudadanos. Los clubes se convirtieron entonces en un lugar de contención y subsistencia, cuando la incertidumbre sobre el futuro del país parecía no tener límites de tiempo y forma.
Sin embargo, la falta de controles, la dificultad para regularizar su funcionamiento, la inflación y el accionar delictuoso de quienes quisieron enriquecerse con los desprotegidos, fue deteriorando la credibilidad y la gente se fue alejando. Aunque todos coinciden en que el principal factor fue la aplicación de los planes Jefes y Jefas de Hogar por parte del gobierno nacional, que atenuó en parte la situación de emergencia.
Estos clubes -fundados en su mayoría sobre las mejores principios e intenciones de quienes pretenden auxiliar sin fines de lucro a quienes padecen necesidades elementales, como alimentarse y vestirse- lograron demostrar la gran reserva de creatividad y sensibilidad que existe en la ciudadanía para enfrentar situaciones límite. A tal punto, que tuvieron gran repercusión en distintas partes del mundo. Desde luego, jamás se pensó que los mismos podían reemplazar las formas de comercialización de mercado, sino más bien que, regularizados y fiscalizados por organismos municipales o provinciales competentes, pueden seguir cumpliendo un papel importante de contención e integración social. Y es de esperar que ello ocurra.


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