| | cartas Educación gratuita
| Tarde de miércoles, me dispongo a trabajar en el jardín con la disposición espiritual de Carlos I en el Monasterio de Yuste o Hirohito en el centro del Imperio del Sol Naciente. Desde la polucionante radio de un vecino me llega la entrevista que un personaje de esos que han mutado la facultad de pensar por el impenitente ejercicio de hablar le realiza a alguien. Los volúmenes están dispuestos de tal modo que escucho plenamente al entrevistador pero casi no oigo al entrevistado. Por el tema infiero que el entrevistado es algún dirigente estudiantil universitario, repito no oigo lo que dice. Sí oigo al seudoperiodista que repetidamente eyacula su pensamiento, la figura responde a su agresividad y automaticidad. Repite, por lo menos en cinco ocasiones, "estoy de acuerdo con la educación gratuita, pero quiero que paguen lo que puedan, quiero que paguen lo que puedan, quiero que paguen lo que puedan". El pensamiento sólo revela una cosa: el entrevistado jamás pisó una universidad. Desde los tiempos de Abelardo iba a la Sorbonne, antes de enamorarse de Eloísa, se sabe que el zurrón del estudiante es flaco, casi miserable, y no vale establecer regímenes para casos muy excepcionales. Francisco della Rovere
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