La salida de la convertibilidad cambió drásticamente la estructura de precios relativos en la Argentina y el nuevo escenario incentivó un proceso de sustitución de importaciones. La incipiente reactivación de la actividad industrial que se observa desde mediados del año pasado se debe en parte a este fenómeno, que impacta especialmente sobre las industrias pequeñas y medianas. De todas formas, este proceso impulsado sólo por el tipo de cambio más favorable parece haber alcanzado su techo, por la depresión del consumo en el mercado interno y la necesidad de inversiones más importantes por parte de las empresas, lo cual sólo puede venir de la mano de fuentes de financiamiento y en el marco de una política de desarrollo industrial.
Una encuesta realizada recientemente por el Centro de Estudios para la Producción (CEP) del Ministerio de la Producción de la Nación entre grandes empresas industriales revela que el 56% de las compañías remplazó insumos importados por nacionales. Pero la destrucción del tejido productivo argentino durante años dejó sus huellas: el 38% de las empresas plantea que desea sustituir insumos del exterior pero que aún no han logrado encontrar los proveedores adecuados. Según el CEP, la sustitución de importaciones para el total de los productos ronda el 40% durante el año pasado.
Para el analista porteño Marcelo Onesto, "la sustitución se dio en sectores que tienen capacidad tecnológica para hacerlo, de avanzada o al mismo nivel o muy cerca que el internacional", fundamentalmente en bienes de uso intermedio, aquellos que no van al consumidor final.
El especialista consideró que "los que primero reaccionaron fueron los exportadores que ya eran competitivos en el exterior: aceites, petroquímica, aluminio, que empujaron el EMI (Estimador Mensual Industrial) hasta el tercer trimestre; en el cuarto trimestre ya empiezan a empujar los sectores fuertemente sustitutivos, lo que se podría considerar como una segunda ronda de ganadores".
Agregó que "siendo optimistas se puede suponer que habrá una tercera ola de gente que podría exportar", y redondeó que "en general los grandes perdedores de la convertibilidad son a quienes le va bien ahora, como los textiles donde el efecto es muy claro y algunos papeleros".
La calidad
El parate de las importaciones por el súbito aumento de los precios trajo el temor de una merma en la calidad de lo que consumen los argentinos. Un sondeo del CEP revela que el 78% de las empresas que comenzaron a sustituir insumos no han sufrido pérdidas de eficiencia, dando por tierra con esa presunción.
Sobre ese aspecto, Bernardo Kosacoff, investigador y economista de la Cepal, organismo que depende de Naciones Unidas, consideró que "la gran sorpresa la dieron los productos manufacturados, muchos pensaron que la Argentina se iba a enfrentar a desabastecimiento, a productos de baja calidad, pero lo que vimos fue distinto: se cerraron las importaciones pero los productos que consumimos no son muy distintos". Señaló que "eso lo vemos muy claro en los rubros textiles por ejemplo, estábamos importando muchas cosas que aquí podíamos producir con calidad no muy distinta".
Kosacoff señaló que "de los 31 mil millones que veníamos importando, el año pasado apenas se importó 8.900, de los cuales casi nada fueron bienes de consumo final". Sobre el comportamiento de las importaciones, Pablo García, investigador del CEP, indicó que en el segundo semestre de 2002 se empieza a notar un crecimiento de las compras al exterior junto a un aumento de la producción: "Ahora debemos esperar a ver si hay una sustitución real o si las importaciones aumentaron porque se terminaron los stocks".
Regreso al taller
Uno de los sectores que más se dinamizó a partir de la salida de la convertibilidad fue el de maquinaria agrícola, beneficiado por dos lados: sus clientes -los productores agropecuarios- cobran en dólares lo que estimuló las ventas, además de dejar fuera de carrera a sus competidores extranjeros, principalmente brasileños, y dejar a la producción nacional con una excelente posibilidad de exportar. Por otro lado, los costos de estas industrias se vieron reducidos en dólares, tanto por la mano de obra más barata como por la sustitución de la mayoría de los insumos.
Al respecto, Enrique Bertini, fabricante de sembradoras y dirigente sectorial, indicó: "Ahora traemos importados sólo los motores de Brasil y algo de electrónica, pero esto último también lo estamos empezando a reemplazar con productos nacionales".
Explicó que "todo lo que es repuestería metalmecánica se hace bastante acá ya que cuesta un tercio o un cuarto de los importados", y agregó que además comprar a proveedores locales evita los trastornos que generan los trámites de importación, y los insumos nacionales son "buena mercadería", además de ser más baratos.
El sector de la maquinaria sólo se vio afectado por el costo de sus materias primas -acero, chapas, etc.- que tuvieron un boom de exportaciones y además son commodities, es decir cotizan el dólares.
Considerando el sector metalmecánico más ampliamente, Sergio Vacca, presidente de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de Rosario, indicó que en ese área "el efecto de sustitución es amplio e interesante, y hay un buen nivel de trabajo, tanto por la sustitución como para exportar". Señaló que sectores como la fundición o la siderurgia están exportando en gran cantidad y esto generó la puesta en marcha de los prestadores de servicios y repuestos, ya que la industria básica capta muchos insumos. La puesta en marcha de la industria básica grande requiere piezas y mantenimiento de maquinarias.
El efecto indeseado del salto exportador de la industria básica es un posible desabastecimiento de materia prima para las firmas locales, pero según Vacca "si bien se nota algo de eso, no han habido grandes inconvenientes".
En el terreno de los fierros, el rafaelino José Luis Basso, titular de la fábrica de válvulas para motores 3b y presidente de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores de Repuestos de Motor (Afydrem), indicó que "empresas del rubro día a día están intensificando la producción, cuando en 2001 ó 2002 habían cerrado".
Basso señaló que el mercado de reposición para las partes de motor fabricadas en el país creció un 18% el año pasado, pero apunta la mira más lejos y planteó: "Queremos que se vuelva a fabricar motores en Argentina". Al respecto varias automotrices -entre ellas Fiat y Peugeot- estarían analizando esa posibilidad, según les manifestaron a dirigentes autopartistas. Pero la intención de los industriales locales no es que se realice un mero ensamblado sino que se produzcan en el país las distintas piezas que componen un impulsor.
El financiamiento
Sin financiamiento, ¿cómo pudieron ponerse en movimiento empresas que estaban casi paralizadas? Y la respuesta está en la drástica contracción de los plazos de pago a partir de principios de 2002. Durante la era de la convertibilidad, las empresas debían esperar entre 150 y 180 días para cobrar, pero la crisis bancaria desatada por el tándem De la Rúa-Cavallo derivó en el cash, en el contado rabioso a culata de camión, que dejó los plazos de pago en un promedio de 15 días en la actualidad.
Para el analista Marcelo Onesto, este hecho les dio a las empresas una ganancia en los márgenes de rentabilidad por no tener más esas pérdidas financieras.
El investigador de la Cepal Bernardo Kosacoff coincidió y agregó que "el año pasado las empresas se las ingeniaron para sustituir el financiamiento con el acortamiento de los plazos de pago".
El metalúrgico Vacca explicó que la devaluación trajo aparejado un aumento de los insumos que no se pueden sustituir o son commodities, en algunos casos esenciales para reactivar la producción. Eso se compensó con "un vuelco muy grande en los plazos de pago que hoy rondan los 15 días de promedio". Así, el período de rotación del capital se volvió muy corto y es la única forma por la cual las empresas pudieron salir sin financiamiento. "Al acortarse la rotación, hay un aumento relativo del capital operativo", resumió.
Otro factor apuntado por el analista Onesto es que la mayoría de las pymes locales que estaban endeudadas en dólares pesificaron sus obligaciones. En tanto, Pablo García, investigador del CEP, planteó que "si se logra recuperar el crédito podría haber un shock importante".
El desarrollo
Pero el incipiente proceso de empieza a alcanzar su techo. Kosacoff dio cuenta que de numerosos contactos con empresas de envergadura que operan en el país "surge claramente que para poder avanzar más hace falta un mayor desarrollo de los proveedores locales, el entramado de la distribución, y para eso se requieren inversiones, capacitar a la mano de obra, mejorar los encadenamientos productivos, y más certidumbre y calidad institucional para decidir la compra de maquinaria, para tomar personal". Pero enfatizó que "el aparato productivo logró parar el derrumbe y demostró en esta transición que tiene una base competitiva".
El industrial Bertini manifestó que incluso se nota una cierta falta de mano de obra calificada lo que obliga a las empresas a capacitar a los técnicos, en muchos casos desactualizados por el largo parate de la industria argentina.
La otra pata de un desarrollo sostenido son las inversiones, algo que hasta el momento se ha dado en cuentagotas. Las condiciones para que las empresas tomen esa decisión pasan por la certidumbre, primero en el terreno político, y de ahí su sucedáneo económico en aspectos como la definición de una política industrial, el desarrollo del mercado interno que va de la mano de la política salarial, el tipo de cambio, y las tarifas, entre otros aspectos.
Distintos industriales y analistas consideran que un proyecto de desarrollo sustentable no se puede basar sólo en las ventajas de los precios relativos y la mano de obra barata, por lo cual se pide una política que dinamice el mercado interno, claro que esto tampoco se puede acelerar demasiado sin correr riesgos inflacionarios. Por otra parte, indican que hace falta volver a invertir en tecnología y para eso se precisa financiamiento. Vacca resumió que "este proceso de reconstrucción tiene un techo, y para que las cosas cambien realmente hace falta una política industrial y crédito, no se puede basar sólo en tener costos internos bajos: se precisa un mix de mayor productividad basada en la tecnología con costos competitivos".