Mauricio Maronna / La Capital
Otto Bismarck dijo alguna vez que nunca se miente tanto como antes de las elecciones y durante una guerra. Aquella máxima del estadista prusiano se cumple a rajatabla a 28 días de unos comicios presidenciales que deberían tener en vilo a toda la sociedad pero que apenas despiertan indiferencia. Para quienes crean que el Canciller de Hierro es un hombre contemporáneo, hay que decir que murió en 1898, tras retirarse del poder luego del advenimiento de Guillermo II. ¿La política atrasa un siglo o hay verdades que no se oxidan jamás? Sea cual fuere la respuesta que elija el lector, las cartas están echadas: lo que ven es lo que hay. Entre Néstor Kirchner, Carlos Menem, Adolfo Rodríguez Saá, Elisa Carrió o Ricardo López Murphy saldrá el futuro presidente, encargado de revertir la peor crisis de la historia del país. Cuando se deja de lado el árbol y la mirada estratégica se posa en el bosque, cualquier análisis formulado con honestidad intelectual arribará a la misma conclusión: ninguno de estos dirigentes podrá por sí solo capear el temporal y reubicar a la Argentina en la grilla de Estados previsibles. El microclima preelectoral que envuelve a los candidatos los convierte en personajes extraños para el común de los mortales. Allí están con sus discursos perimidos, sus chicanas que ya ni resultan ingeniosas, su espíritu corporativo y sus armaduras corroídas por una política vieja que, pese a todo, se resiste a morir. Del otro lado se ubican millones de argentinos que, nuevamente, se encaminarán a votar por el mal menor o dejarán vacíos los sobres en las urnas. Los políticos aparecen hoy tan confundidos como ciertos encuestadores que se resisten a creer que ningún sondeo puede tener visos de certeza frente a un escenario fragmentado, una sociedad apática y con los principales partidos desaparecidos (UCR) o en estado de marcada descomposición (PJ). La historia institucional muestra que siempre se puede estar peor. Se decía en los días previos a las elecciones del 99 que Fernando de la Rúa sería el presidente más débil de la historia por tener un Senado opositor y a la mayoría de las provincias gobernadas por el PJ. Pero, merced a la extraordinaria campaña publicitaria, nacida desde el cerebro de Dick Morris y llevada a la práctica por Ramiro Agulla, y al hartazgo social tras una década de champán y pizza que terminó en una resaca brutal, De la Rúa asumió con un 70% ciento de imagen positiva y un porcentaje de votos que, ni en sueños, algún candidato podrá cosechar el 27 de abril. Finalmente el "voto vergonzante" salió a la luz y Menem está peleando cabeza a cabeza con Kirchner, Rodríguez Saá y Carrió, a quienes ciertos manipuladores de la información ningunean, otorgándole menos chance que a López Murphy. Menem, como dice su eslogan, tiene una marca registrada (de transformaciones y estropicios), Kirchner necesita sacarle una buena tajada del voto progre a Lilita y, tal vez, el Adolfo (con su mezcla de Biblia y calefón) sea ahora el depositario de los que se agrupan en el "no sabe/no contesta". El discurso sensato de López Murphy sólo enamora a franjas medias y altas de las grandes ciudades, pero no penetra en las provincias castigadas por el ajuste ni en las barriadas libradas al arbitrio de Dios. ¿Serán los spots televisivos, el desenlace de la guerra en Irak o algún conejo de la galera los aspectos que terminen definiendo la suerte electoral? Nadie imagina que unos u otros sean tocados por la varita mágica de la sensatez y saquen a relucir un programa convocante y sustentable que otorgue suficiente masa crítica como para evitar el ballottage. El nuevo asesinato a la política cometido en el Honorable Senado de la Nación al único efecto de salvar a Luis Barrionuevo potenció las sospechas sobre un acuerdo de última entre Duhalde y Menem. El presidente está tan convencido de que Kirchner logrará arrastrar tras su candidatura a todos los barones del conurbano como que Banfield será campeón del Clausura. "El acuerdo con el Turco va viento en popa", dejan trascender algunas usinas duhaldistas que pretenden que su jefe conserve el liderazgo territorial en provincia de Buenos Aires, cualquiera sea el resultado electoral. Mientras el almanaque se dispara a velocidad crucero, una encuesta on line realizada por el diario La Nación sirve para aclarar el estado de las cosas. "¿Usted está más interesado por la guerra, la economía o las elecciones?", era la pregunta. El 70% dijo estar atento al conflicto bélico, casi el 20% a la marcha de la economía y menos del 10% a los comicios. No resulta inverosímil ni injustificada la respuesta lapidaria contra los candidatos cuando ninguno de ellos dice la verdad: sin consenso transversal y sin renovación dirigencial la historia volverá a repetirse en la peor de sus formas. El próximo presidente correrá el riesgo de ser un fusible que volará por los aires como los misiles que llueven sobre Bagdad. "Nunca se miente tanto como antes de las elecciones y durante una guerra" (Otto Bismarck, 1815-1898).
| El "escándalo Barrionuevo" acerca a Menem y Duhalde. | | Ampliar Foto | | |
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