| | cartas La dictadura y la guerra de Malvinas
| Hacia principios del año 1982, el último bastión nazifascista de occidente, la dictadura militar argentina, se desmoronaba. En todo el mundo ya se sabía de los campos de concentración, las torturas y los asesinatos cometidos por los militares. A sabiendas de que al final del Proceso lo único que les esperaba era la cárcel, el dictador Galtieri y sus secuaces, en un giro inesperado de la historia, transformaron el drama interno argentino en un gran problema externo. Fue así que 48 horas después de haber sido apaleado en la plaza de Mayo, por las hordas represivas de la dictadura, porque pedía justicia y libertad y apelando a una gran concepción nacionalista y a las fibras más íntimas de su patriotismo, el pueblo argentino fue unificado y encolumnado en la causa de Malvinas el 2 de abril de 1982. En el curso de la historia esta actitud no era nueva. Napoléon, para resolver las grandes secuelas dejadas por una década de guerra civil que azotó a Francia a partir de la caída de la monarquía, propuso al pueblo galo un tema externo y superador: "dominemos Europa", lo que le permitió al corso ser héroe en su propio país. Quizás el dictador Galtieri no pretendía tanto pero sí la causa Malvinas le salía bien, podría haber extendido en el tiempo la dictadura y así evitar la deshonra y el oprobio que iban a soportar las Fuerzas Armadas que usurparon el poder constitucional el 24 de marzo de 1976, transformándose en ejércitos de ocupación de nuestro propio país con las funestas consecuencias por todos conocidas. Ricardo Carreño
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