Año CXXXVI
 Nº 49.797
Rosario,
domingo  30 de
marzo de 2003
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La crisis del hipódromo Independencia
El sindicato fue parte de la decadencia

Alberto Serra

La crisis del hipódromo Independencia cobró muchas víctimas a lo largo de las últimas décadas. Las más numerosas, sin duda, estuvieron en el sector más especializado, como son los cuidadores, jockeys y vareadores. Al reducirse a menos de la mitad la población caballar radicada en Rosario, obviamente se redujo en la misma proporción la necesidad de contar con dichos trabajadores para su atención y preparación para competir.
Y es sabido que los ingresos de cuidadores, jockeys y vareadores se componen, principalmente, de los premios que los caballos que ellos preparan o conducen obtienen en las competencias. Y al desjerarquizarse el turf de Rosario, el valor de cambio de los premios de las carreras ha quedado reducido a una expresión poco significativa. De modo que aquellos profesionales que no tienen animales capaces de competir (y ganar) en los hipódromos mayores, están condenados a ingresos casi miserables.
Mientras ocurría este fenómeno, otra rama de trabajadores afectados al turf también sufría una crisis casi terminal: la de los empleados y obreros del hipódromo. Un par de décadas atrás el Independencia realizaba más de cien reuniones por año. En el 2002 apenas fueron 21. Es decir la quinta parte. Y como buena parte de los empleados del hipódromo son los llamados "por reunión", puede estimarse puntualmente cuántos puestos de trabajo se perdieron. Amén de los que ya se iban decantando por la introducción de tecnología electrónica para la venta de boletos, que disminuyó notablemente la cantidad de ventanillas y de personal necesario para los cómputos y el cálculo de dividendos.
De modo que decenas de trabajadores de la sección "sport", de mantenimiento edilicio, de cuidado de pistas, de la imprenta, de la inspección de caballerizas, de la secretaría de carreras, de la veterinaria, del tattersall cedido a la Municipalidad y que actualmente es "tierra de nadie", fueron dejados en la calle con total desaprensión y desprecio. ¿Y qué hacía el Sindicato de Obreros y Empleados del Jockey Club mientras tanto? Procuraba cobrar lo más puntualmente posible el 1% sobre la venta de boletos (local y foránea) realizada por el Jockey Club, porcentaje que fue otorgado hace unos veinte años como para "mantener tranquilos" a los casi vitalicios conductores de la agrupación gremial que funciona en Ovidio Lagos al 1.500.
Con los dineros obtenidos el Sindicato compró un predio para "camping" al que bautizó con el nombre de pila de su Secretario General, quien mientras tanto se popularizó paseando por el hipódromo, en especial los días de reunión hípica, luciendo ropas y calzado de finas marcas y mostrando su buena relación con los aristocráticos componentes de la Comisión de Carreras.
Actualmente el Sindicato no ha perdido recursos, ya que la venta de las apuestas foráneas fue cedida a la Asociación de Hipódromos, que por supuesto hizo el suficiente lobby para no perder el 1% de las apuestas foráneas. La desocupación que aflige al país es el mejor aliado para los empresarios y el drama de todos los sindicalistas. Ahora vienen los reproches, porque los pocos trabajadores que quedan en el hipódromo y en las demás dependencias del Jockey Club se dieron cuenta que su "histórico representante" en lugar de pelearles mejores sueldos y condiciones de trabajo, se dedico a recaudar ese famoso 1%.
Los sindicalistas también aceptaron en silencio que desguace de las instalaciones del hipódromo, cuando se cedió todo el sector popular y la parte interna del óvalo para el Ministerio de Educación de la Provincia, que lo destinó al Instituto Superior de Educación Física. Por eso ahora resulta casi risueño haber escuchado al histórico líder sindical del hipódromo abogar ante las autoridades municipales, los arquitectos y las llamadas fuerzas vivas para que el futuro Casino de Rosario se instale en el hipódromo, tal vez con la oculta ambición de gestionar que los futuros trabajadores del Casino pudieran ser asimilados al Sindicato de Empleados del Jockey Club. Cosa que a nadie se le ocurrió hacer con los docentes y no docentes que actualmente trabajan en el mencionado Instituto.
Cuando se escriba la historia de la decadencia del hipódromo Independencia, el Sindicato de Empleados y Obreros del Jockey Club deberá compartir las culpas con quienes desde la entidad de Córdoba y Maipú no advirtieron los cambios que se estaban produciendo en el país.


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