Año CXXXVI
 Nº 49.797
Rosario,
domingo  30 de
marzo de 2003
Min 14º
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El humor rosarino nace con forceps

Ricardo Luque / La Capital

El periodismo durante años cargó como una cruz sobre sus espaldas con la obligación de tener que ser serio. Y bien que lo hizo, porque el periodismo tiene que ser serio, porque, si no lo es, no es periodismo, es otra cosa, vaya uno a saber qué. Pero, con la explosión de la televisión, la seriedad fue confundida con acartonamiento. La pequeña pantalla se pobló de tonos graves, ceños fruncidos y gestos adustos. Sin importar el tenor de la información el imperativo de los periodistas era aparecer objetivo. Como un troll a la luz de sol. Con cara de piedra. Pero los tiempos cambian y la televisión también, y acaso sin quererlo empezaron a aparecer acá, allá y en todas partes los "comunicadores". Pero, ¿qué son los comunicadores? Es difícil decirlo, pero por lo que se ve, son periodistas que, cansados de impostar la voz y endurecer el rostro, cuentan las noticias como una vecina cuenta un chisme. Preocupándose de captar la antención del espectador siendo frescos, espontáneos y, sobre todo, divertidos. Pero el fenómeno no es global. Rosario parece haberse quedado afuera de la tendencia. La televisión rosarina no entiende a la información como entretenimiento. No. Nada de eso. Por las caras de los informadores catódicos vernáculos si no se sufre un acontecimiento no es noticia. Igual, unos pocos, los más atrevidos, se esfuerzan por hacer que la información sea divertida. El problema es cómo lo hacen. Sus recursos no son ilimitados. Es más, su recurso es uno y sólo uno: convocar a un cómico para que matice la inormación con chistes o pasos de comedia. Lo hizo "De 12 a 14" con Andrea Fiorino, que entre noticia y noticia jugaba sus personajes mezclándose con las figuras del programa. Lo hace "Punto límite", que convocó a Gachi Roldán para que componga a una abnegada maestra argentina empeñada en analizar los discursos del poder. Buenos intentos. Pero nada más que eso. Porque así las risas, las carcajadas, nacen con forceps. Y no debe ser así. El buen humor, para que entretenga, debe fluir naturalmente. Debe ser una auténtica cuestión de actitud.


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