| | Por la ciudad Las ordenanzas están hechas para cumplirlas
| Adrián Gerber / La Capital
Hasta ahora el control municipal de la noche rosarina tiene muchos más fracasos que victorias. La falta de operativos permanentes, el incumplimiento de las ordenanzas y el siempre sospechoso accionar de algunos inspectores deja la sensación de que los fines de semana, cuando el sol cae, la ciudad se transforma en tierra de nadie. De un día para otro se instala una disco al lado de viviendas residenciales y nadie reacciona. No importa que los vecinos no puedan dormir a la madrugada porque la música aturde o por los gritos de la gente que baila hasta en la vereda. Puntualmente, en los últimos días La Capital dio cuenta del caso del boliche Babylon (Colombres 1885), que funcionó durante todo el verano con bailes y recitales cuando no estaba habilitado a tal fin, e incluso recién consiguió un permiso para trabajar exclusivamente como bar un mes después de abrir sus puertas. Tras el primer informe publicado por este diario, en donde además se detallaban otras irregularidades, la Municipalidad anunció la clausura del local, pero ésta finalmente nunca se hizo efectiva. Los vecinos de Babylon, que ya no saben ante quién protestar por los ruidos molestos, creen que no es un dato menor que el dueño del local sea un pariente directo de un alto funcionario municipal. Las ordenanzas están hechas para cumplirlas, pero si quienes deben hacerlas cumplir, por algún u otro motivo, no ejercen el poder de policía de manera efectiva y eficiente, la ciudad queda sumergida en el "todo vale". Los cuerpos de inspectores de todas las áreas de la Municipalidad estuvieron históricamente sospechados de casos de corrupción. Por eso, y para despejar dudas y no salpicar con denuncias generalizadas, se debería ejercer mayor control sobre el accionar de estos agentes. Porque se les delega tantas facultades para que puedan ejercer el poder de policía, que el municipio tendría que estar atento a que no se produzcan arbitrariedades ni vistas gordas. Quizás, se podría crear una especie de Oficina Anticorrupción municipal que tenga bajo su observación a todos los inspectores. Y otro paso hacia la transparencia absoluta sería que el municipio ponga en Internet toda la información para que cualquier vecino pueda comprobar cuáles son los locales que tienen habilitación para funcionar en la ciudad. Pero no sólo hay que fiscalizar de manera rigurosa el negocio de la noche. Porque tampoco se puede permitir, por ejemplo, que haya geriátricos en pésimas condiciones, bares y restaurantes que no respeten mínimas pautas de higiene, empresas o automotores que contaminen el medio ambiente, vecinos que depositen sus residuos en la vía pública a cualquier hora y en cualquier lugar, publicidad ilegal que ensucie las paredes de particulares o de inmuebles públicos, remises y taxis en mal estado, y veredas totalmente rotas y sin reparar. Habría que evaluar si no es más conveniente que el municipio tenga cuadrillas de inspectores polifuncionales y que dependan de un mismo organismo. Es un derroche de esfuerzos que haya un agente para fiscalizar la veredas, otro para controlar las bolsitas de residuos, otro para verificar las habilitaciones de los comercios, otro para controlar la poda de los árboles, otro para los ruidos molestos... Un inspector municipal debería actuar en la vía pública ante cualquier infracción, sea de la naturaleza que sea. "Rosario, la mejor ciudad para vivir", reza el eslogan oficial. La implementación de una mejor política de fiscalización, que apunte a una ciudad más ordenada, ayudaría a que esta frase sea fiel reflejo de la realidad. [email protected]
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