Año CXXXVI
 Nº 49.794
Rosario,
jueves  27 de
marzo de 2003
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Panorama Internacional
"Nuestro amigo Saddam"

Jorge Levit / La Capital

Tras poco más de una semana de guerra las terribles imágenes que se trasmiten en directo de lo que queda de Irak comienzan a saturar. El despliegue angloamericano es impresionante y sólo se enfrenta con divisiones de ejércitos mal equipadas, soldados casi sin uniforme y civiles con armas ligeras. Es sólo por esa razón que en nada más que ocho días de invasión los aliados ya se preparan para el combate final por Bagdad, que se puede convertir en una carnicería para ambos bandos.
La opinión pública norteamericana fue sacudida esta semana con las imágenes de varios de sus soldados muertos o capturados. Eso causó que la Bolsa de Nueva York se desplomara y el euro volviera a fortalecerse contra el dólar. La influyente opinión pública norteamericana tal vez pretendía que doscientos mil soldados, miles de aviones, tanques y buques invadan un territorio de la superficie de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe juntas y que sus tropas sólo participen de un desfile militar.
Durante la primera guerra del Golfo las tropas anglonorteamericanas tuvieron varios centenares de víctimas y sólo actuaron hasta expulsar a las tropas de Saddam del invadido Kuwait.
Los ingleses, en la guerra de Malvinas y pese a la amplia diferencia de equipamiento entre ambos ejércitos, también sufrieron importantes bajas y perdieron barcos y aviones. En esa lucha desigual la diferencia la marcó la valentía de los mal alimentados soldados argentinos y la ineptitud de su mando, que ni siquiera pudo hacer llegar al frente las donaciones de la gente.
Durante la Segunda Guerra Mundial los aliados desembarcaron en Francia en junio de 1944 a un altísimo costo de vidas. Alemania se rindió recién casi un año después, en mayo de 1945, cuando los rusos se anticiparon a los norteamericanos y entraron primero en Berlín. Fue otra guerra y eran dos ejércitos más parejos.
Pero lo peor para los aliados en este primer gran conflicto bélico del siglo XXI está aún por venir porque el control total de Bagdad y otras ciudades del país tendrá un costo elevado. Y aun cuando la guerra termine, puede comenzar la resistencia en forma de guerrilla, que siempre ha sido un dolor de cabeza para cualquier ejército invasor.
Blair, mucho más inteligente que Bush para manejar a la opinión pública, lo viene anunciando desde que comenzó la guerra. Y si se sigue con detenimiento el desarrollo del conflicto se podrá advertir que la información de los ingleses casi siempre es correcta y menos confusa que la del alto mando norteamericano. La estrategia de comunicación de los aliados no ha sido demasiado feliz. Por eso la gente se sorprende cuando mueren sus soldados o descubre que, en realidad, ellos mismos contribuyeron a armar al dictador iraquí.
Desde una posición más distendida porque se negaron esta vez a entrar en guerra, los alemanes tuvieron más tiempo para explicar algunas cosas a su población. En un programa especial que difundió esta semana la televisión alemana DW-TV y que tituló "Nuestro amigo Saddam" se muestran imágenes increíbles sobre el asesinato de unos cinco mil kurdos del sur de Irak que fueron masacrados por Saddam en 1988 con gas venenoso.
Los kurdos, un pueblo sin un Estado, habitan en distintos países del golfo Pérsico y del Medio Oriente y su intención de crear una Nación independiente siempre fue abortada por los turcos, los iraquíes con el apoyo de Occidente y también por sus interminables luchas internas.
Según el programa especial de la televisión germana, las armas de destrucción masiva que tendría Saddam -como ahora las llaman Bush y Blair- fueron producidas con el apoyo de empresas alemanas, asistencia norteamericana y regadas en las poblaciones civiles kurdas desde helicópteros franceses. Era la década del 80 y Saddam supo entonces cómo sacar provecho del temor al avance fundamentalista de los persas iraníes.
Con el apoyo de las potencias occidentales, que no querían que los pozos petroleros iraquíes cayeran en manos de los persas, Saddam comenzó a reunir a científicos del mundo árabe para continuar con su programa armamentista. Según uno de esos especialistas que desertó en 1994, Saddam había reunido unos dos mil científicos, un número extremadamente alto para un país como Irak.
El programa de TV mostró también secuencias de una reunión -a principios de la década del 80- entre el actual secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, y Saddam Hussein. Eran otros tiempos, de cooperación militar y de abastecimiento de armas prohibidas que Irak usaría para la guerra con Irán.
En una reciente reunión del comité de seguridad del Senado norteamericano, Rumsfeld fue interpelado seriamente por varios legisladores que no compran el discurso oficial y que admiten que los propios Estados Unidos crearon el monstruo de Saddam. Rumsfeld, a quien se lo ve en la antigua filmación estrechando sonrientemente la mano de Saddam, dijo en esa reunión con los senadores que no quería terminar la sesión con la idea generalizada de que Estados Unidos favoreció el desarrollo de armas químicas y nucleares en Irak. Una aclaración que estuvo de más.
Hoy, "nuestro amigo Saddam" se defiende como puede de la invasión y si hasta ahora no ha utilizado las armas prohibidas que Occidente le proveyó o ayudó a producir es porque ya las agotó con los kurdos o iraníes o porque decidió que todavía no es el tiempo de hacerlo. Un tiempo que sí corre para Estados Unidos y Gran Bretaña, que deberán probar la capacidad militar del régimen iraquí para constituirse en una amenaza internacional. Esa fue, al menos, la justificación para intervenir militarmente, pasar por alto a las Naciones Unidas y regar con miles de bombas el suelo iraquí.
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