| | Punto de vista El debate por las trampas de la TV
| Orlando Verna / La Capital
La exposición de los desmanejos comerciales del programa de servicios "La salud de nuestros hijos" (Canal 7) realizada el lunes por "Punto.doc" (América TV) puso nuevamente en discusión los métodos utilizados por los envíos de investigación periodística para obtener sus primicias. Fingiendo ser una gastroenteróloga, una productora del programa conducido por Daniel Tognetti y Miriam Lewin se presentó para participar de "La salud..." previo pago de una suma de dinero. Sin título ni habilitación la falsa médica delató el modus operandi del producto encabezado durante 37 años por el doctor Mario Socolinsky, que además, luego del escándalo, fue retirado del aire por las autoridades del canal estatal. El debate en realidad comenzó en julio de 2000 cuando la propia Lewin, entonces trabajando para "Telenoche Investiga", se disfrazó de proxeneta rusa para entrar en los burdeles del partido bonaerense de San Miguel bajo el mando de Aldo Rico y mostrar la vida de esclavitud a la que eran sometidas las mujeres allí encerradas contra su voluntad. Fue en una época en que las cámaras ocultas eran el furor de la televisión y muchos profesionales del medio se preguntaron si engañar al entrevistado mediante el artilugio del disfraz era un método que rozaba la frontera del uso ético de nuevas tecnologías en el campo del periodismo. El episodio del lunes reavivó la polémica. La "camita" montada para "enganchar" al productor general de "La salud...", Facundo Marín Rivero, cobrando dinero sucio dejó un gusto amargo entre los televidentes que se sumó, claro está, a la displicente imagen del acusado para presentar ante las cámaras a doctores truchos. Por entonces, Rolando Graña -ayer "Punto.doc", hoy "Informe Central" (América TV)-, le dijo a La Capital que la aventura de Lewin en San Miguel era "válida" por el riesgo asumido, exponiendo su integridad física, en busca del registro televisivo que probara la denuncia. Aunque la pregunta sigue flotando en el éter: ¿Es periodísticamente ético montar trampas para atrapar delincuentes?
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