| | Editorial La consulta de Esquel
| El histórico plebiscito realizado anteayer en Esquel, donde la mayoría de la ciudadanía, con el 80 por ciento de los votos, rechazó la instalación de una mina de oro en la región, por la contaminación ambiental que podría provocar el uso de cianuro para obtener el metal, ha dejado también algunas enseñanzas inevitables. En primer lugar, pese a que la consulta no era vinculante, la multinacional debió admitir que detendrá el proyecto para rediscutirlo, mientras que el intendente, que debe autorizarlo, dijo que respetará la voluntad expresada en las urnas. La inmediata actitud de flexibilidad pone de manifiesto que con bastante anticipación se podría haber modificado el proyecto sin tener que llegar a este plebiscito, que tensó la relación entre los vecinos, desgastó la relación con el Ejecutivo y generó erogaciones que podrían haberse destinado a cuestiones de mayor urgencia. La intendencia, evidentemente, debió cambiar de posición para no pagar un mayor costo político, aunque ante la abrumadora cantidad de votos negativos dejó expuesta su incapacidad para auscultar el pensamiento de la mayoría de la población. La otra lección de la ciudadanía fue el nivel de conciencia que la misma ha alcanzado, porque el debate estaba centrado sobre la cantidad de puestos de trabajo que podía generar la planta. Y en este sentido, los vecinos no se dejaron ganar por un discurso demagógico o facilista, sobre el que podía pesar un futuro trágico para ellos. Como se sabe, el cianuro de sodio, con el cual se procesa el oro, es un sólido incoloro con un alto grado de toxicidad que puede llegar a hacer entrar en coma a cualquier persona o tal vez provocarle directamente la muerte. Por último, queda una vez más demostrada la utilidad del plebiscito como herramienta para dirimir aspectos que generen fuertes controversias en la población, o entre la ciudadanía y las empresas. En verdad, se trata de un mecanismo que bien utilizado y haciéndolo coincidir con los llamados a elecciones provinciales o nacionales, puede ayudar a distintas administraciones para avanzar en asuntos específicos sobre los cuales no se tiene certeza de la opinión popular. No cabe sino celebrar, en definitiva, la incorporación a las prácticas político-electorales de un instrumento de consulta que, además de su utilidad para auscultar el pulso ciudadano, opera virtuosamente sobre el desarrollo democrático al fortalecer el ejercicio de reflexión y participación de la gente.
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