Año CXXXVI
 Nº 49.792
Rosario,
martes  25 de
marzo de 2003
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La provincia las auspicia pero no las financia
Un grupo de maestras alfabetiza gratis a los chicos de la calle
Buscan nivelarlos para reinsertarlos en el sistema formal. Preparan a unos 200 alumnos por año

Pablo R. Procopio / La Capital

Un grupo de maestras tomó la iniciativa de alfabetizar a los chicos de la calle que no van a la escuela. Las docentes trabajan ad honórem y dan clases en los sitios más diversos como clubes, garajes, galpones o casas prestadas. La idea ya cumplió tres años y ayer fue inaugurado el ciclo lectivo 2003. Las maestras, que gastan dinero de su propio bolsillo, consiguieron una nueva vivienda donde concurrirán 100 alumnos desde 5 hasta 18 años. Su misión es nivelarlos con los estudiantes de la educación formal para luego incorporarlos a las aulas oficiales.
"Estamos cubriendo un vacío que el Estado no puede abarcar", dijo Ana Josefa Martin, una de las dos coordinadoras del proyecto y, a la vez, la mujer que lo hizo realidad. Es que cuando fue gestionada la participación del Ministerio de Educación de la provincia, la respuesta fue apenas diplomática: "Lo vamos a auspiciar, pero no hay presupuesto para crear cargos". Por eso, todo se hizo con el único esfuerzo de la caridad y a pulmón.
Los destinatarios son los llamados "chicos de la calle", a quienes cualquier rosarino puede ver trabajando en cada esquina: limpian parabrisas, abren las puertas de los taxis o piden ayuditas en los bares. En casi todos los casos, la respuesta es negativa cuando se les pregunta si van a la escuela.

Enseñanza y contención
La propuesta Aulas Solidarias está impulsada por docentes voluntarias que no cobran un peso. Maestras que intentan que los pibes "estén contenidos, ya que sin oportunidades la igualdad es una utopía; la educación hace libre a un pueblo y nadie puede robar las ideas", resumió Martin.
La docente, también directora de la escuela Nº6.060 de Coronel Domínguez, sabe a las claras que "los chicos están en riesgo si permanecen en la calle". Por eso puso manos a la obra. "Esto no pretende convertirse en una escuela paralela, sino en un trabajo de reinserción en el sistema formal, siempre y cuando sus condiciones lo permitan. Y si la oferta educativa no los puede contener, se los acompaña para promocionarlos en otros niveles, como el técnico o el polimodal", añadió.
Martin trabaja junto al padre Tomás Santidrián en el Equipo Arquidiocesano de Minoridad, por lo que le pidió ayuda. El sacerdote "avaló esta lucha y desde hace tres años brindó su apoyo", remarcó.
No obstante, Martin comenzó a moverse junto a Silvia Pistarino casi en soledad y, de a poco, fueron encontrando la ayuda desinteresada de maestras aprendices y jubiladas. Pronto encontraron un galpón donde dar clases. Tomaron contacto con colegas de otras poblaciones y lograron llegar también a Capitán Bermúdez.
Armaron currículas con el "aguante" de hijos y maridos, tal cual recuerda la misma Martin, que no se olvida de aquellos primeros pasos, cuando empezó buscando a los alumnos "casa por casa con auto y bolsillo propios". Así, fue a los sitios donde los chicos de la calle se reunían, los convocó y hasta consiguió darles mate cocido con pan. "Creo que todo lo demás lo hizo Dios", agradeció. Con el tiempo, Aulas Solidarias pudo educar a 200 chicos anualmente.
El año pasado la Municipalidad de Rosario aportó un subsidio de 500 pesos mensuales, una colaboración indispensable parca adquirir "tizas o lápices". Las coordinadoras esperan que la asistencia se repita en 2003.
Ayer fue inaugurado el nuevo ciclo y, coincidentemente, se habilitó una casa prestada que hará las veces de ámbito escolar. La vivienda está en Kay 290 (avenida Pellegrini al 8000, zona oeste). Allí concurrirán alrededor de 10 docentes, aparte de los profesores voluntarios de Educación Física, Inglés o Tecnología. Tendrán la tarea de alfabetizar a cerca de 100 chicos divididos en ciclos, horarios y edades.
"Les formamos el ser y les ponemos el conocimiento", reflejó Martin, embarcada en una verdadera lucha: la de conseguir que los chicos puedan pensar por sí mismos y que tengan las herramientas para que "logren manejarse en la vida". No es fácil. Las maestras solidarias tienen que remar contra la marea de la droga y el alcoholismo. "Hay que hacer todo un rescate social, pero pretendemos que donde haya necesidad, surja un aula", puso el punto final.



El equipo logró el apoyo del padre Santidrián.
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