| | Editorial Guerra no es la palabra
| Tras el cuarto día de la ofensiva lanzada por las fuerzas aliadas contra Irak, se empieza a dimensionar el terrible costo que depara esta guerra denominada "preventiva". Las escalofriantes imágenes de misiles destruyendo Bagdad, los rostros de niños, mujeres y hombres hospitalizados y gravemente heridos, los estruendosos aviones de combate rompiendo la barrera del sonido y las detonaciones de las bombas que lanzan ya han quedado grabados en la memoria de decenas de millones de televidentes de todo el mundo. Y sólo se trata de una ínfima parte de lo que verdaderamente está ocurriendo. En consecuencia, el movimiento pacifista respondió anteayer en numerosas capitales y ciudades con movilizaciones masivas, de características inéditas, por la creatividad puesta por los manifestantes, y en algunos casos casi sin precedentes, como la de Nueva York, tal vez sólo comparable con las realizadas contra la guerra de Vietnam. Mientras que, al mismo tiempo, el Papa Juan Pablo II lanzaba una fuerte condena a los ataques advirtiendo que "la guerra amenaza el futuro de la humanidad", y que "sólo la paz es el camino para construir una sociedad más justa y solidaria". Como se recordará, el Vaticano ha hecho ingentes esfuerzos para impedir que se llegara al estado de beligerancia. Consciente de lo que se avecinaba, envió una misión para intentar persuadir al presidente norteamericano de no interrumpir las negociaciones, acorde con lo que indica el derecho internacional, y a Saddam Hussein para que colaborara con el desarme. La intervención del Papa fue tan activa que hasta comenzó a observárselo como molesto para las intenciones de los países aliados. Pero el temor de la Iglesia Católica sobre la posibilidad de que se desate un fuerte enfrentamiento entre religiones tiene andamiaje, ya que muchos fundamentalistas islámicos identifican a los cristianos con Occidente. "Nunca la violencia y las armas pueden resolver los problemas de los hombres", recordó el Sumo Pontífice en su condena. Una verdad que ha quedado constatada varias veces a lo largo de la historia, aunque todavía no pudo ser asimilada por quienes rigen los destinos de las principales potencias del mundo. Paz es la palabra.
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