Año CXXXVI
 Nº 49.791
Rosario,
lunes  24 de
marzo de 2003
Min 20º
Máx 25º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





cartas
Candi II: gracias por la compañía (*)

Querido amigo: ¿puedo llamarlo así aún cuando no lo conozca? Habitualmente como fui de esos maravillosos juegos de los seudónimos y los apócrifos, juego que en mi caso tuve maestros incomparables (Borges, Eca de Queiroz, Machado, Nalé Roxlo, Pessoa, entre otros) mis seudónimos y yo nos sentimos muy felices por sus exageradas (y mi gratitud por exagerar) líneas. Tendría que darle un fuerte abrazo, tomar un Old Parr (el Negro King le puede contar de mi amor por ese whisky que nunca quiso cambiar su botella y tampoco ese existir como en cierta oscuridad, una guiñada de ojos entre amigos, una forma de sentir mejor lo esencial, la noche, el amor, la felicidad, la tristeza, la carga enorme de las nostalgias). Nombra usted, y con qué acierto a Suriani, a Evaristo, al gordo Chiabrando, a Justino, a Chango Sala, a Gonzalo y juntos a ellos a mí. Gracias por la compañía, también por algunos recuerdos dolorosos que en absoluto empañan el cariño que siento por ellos, los que aún están y los que ya partieron y demasiado pronto para partir. Sobre todo porque de ninguno de ellos me pude despedir como hubiera querido. ¿Puedo agregar algunos recuerdos a los suyos? Con todos los que nombra trabajé en distintas oportunidades, en distintos lugares, y con esa alegría sin sueño (pero con muchos sueños al mismo tiempo) de ejercer este oficio que elegimos. Empiezo con el más viejo de los recuerdos. Con Suriani y con Monti trabajé en la primera "Botica del Cinco", allá hacia fines de la década del 60. El programa lo conducía Wilfredo Aliana, otro periodista poco común, talentoso para todo, con una gran imaginación y que ahora ignoro del todo sus pasos. Lo producía Guillermo Rodríguez cuyos libros me permito recomendarle. Las últimas noticias que tuve de él fue cuando estando en Córdoba provocó polémicas varias al incluir los "cuartetos" en programas de Radio Nacional. También estaban Granados, Rogelio Parolo (estupendo crítico de cine), Juan Bernardo Iturraspe, que nos hacía sentir que en todo caso, pese a todo, podíamos sonreír con sus poemas, improvisados como buen payador, sobre nuestros acostumbrados vicios políticos. De él tuve noticias hace algunos días: lo llamé para pedirle que dejara que Mario Piazza, que está haciendo un filme sobre Alcides Greca, lo entrevistara. Anda por sus 85, lo más campante y hasta por teléfono sigue teniendo buen humor. En ese programa aún no estaba Gonzalo, que aparecería más tarde. Por aquellos años los programas rosarinos abundaban y fueron precursores de muchas cosas que hoy los porteños no hacen tan bien como hacíamos nosotros. Fue cuando en el mismo canal 5 hacíamos un programa al filo de la medianoche y sin horario fijo para terminar que se llamaba "Proceso". Aliana era el fiscal, yo el defensor e Iturraspe el juez. Hicimos procesos al espiritismo, al fútbol, al boxeo, a las píldoras anticonceptivas, a Jacqueline Kennedy, y el programa al final que fue dedicado a los platos voladores. Al parecer se nos fue la mano. Una llamada telefónica nos dejó saber que los marcianos iban a voltear la antena si seguíamos hablando pavadas. Eran marcianos un tanto acriollados. No me olvido la cara de Navarrita, encargado del piso, cuando se acercó para decirnos de la llamada. ¿Y qué pasó? Lo que tenía que pasar: los marcianos voltearon la antena. Aquí el hecho no se comentó demasiado, pero en al menos dos revista porteñas sí lo comentaron. Fue entonces, cuando gracias a la comprensión de la gente de Canal 5, pude aceptar una invitación de Canal 3 para trabajar en el primer "De 12 a 14", el cual terminé conduciendo hasta que debí irme. Allí estuve con Chiabrando, con Sala, con tantos otros que sería largo enumerar pero que hicimos, sobre todo gracias a Moisés Guterman, que era el productor, un programa mejor que bueno. No voy a mencionarle todo aquello que hicimos, sobre todo con Chango. Nuestra forma de hacer programas que tuvieran algo de especial, era quedarnos en Paco Tío hasta la madrugada, dejar que el whisky corriera, no siempre Old Parr, y luego hacer programas tempraneros con el camión de exteriores del canal, flamante vehículo con el cual recorríamos la ciudad. Eso fue por el 72, hace poco, nada más que 31 años atrás. Estuvimos en lo de Julio Vanzo (y la gente le invadió literalmente el estudio), en lo Uriarte, en Pichincha, en la vieja estación francesa, en un circo donde tuve la grata experiencia de pasearme con un elefante (una elefanta que tenía mi misma edad, la de aquel entonces y la de ahora, de vez en cuando nos escribimos) cruzando Pellegrini por Oroño hacia el Museo Castagnino. El lomo de la elefanta era bellamente enorme, lo cual hizo que me rompieran los pantalones, por lo cual no sabía bien como hacer para bajarme. Ignoro si me bajé o si ahora, a la vejez, sigo subido a ese lomo inolvidable. Era difícil que grabáramos algún programa. Recuerdo que en una ocasión, hacia el 73, se nos pidió a Chango y a mí, que le hiciéramos una entrevista a Solano Lima. A la primera pregunta ya hicimos un papelón. Era el programa que más nos acordamos con el entrañable Chango. Me estoy dejando ir demasiado. Con Gonzalo estuve en el Cinco tiempo después; con Justino compartí horas inolvidables en La Capital. Haciámos la "Contratapa", sin cambio alguno, era siempre el último material que dábamos a componer. Cuando no teníamos ganas de hacerla, nos ofrecíamos mutuamente un familiar de queso y alguna naranja, precio que subía si hacíamos dos. Justino publicó un libro por las suyas, un libro casi secreto y que lamentablemente no tengo en mi poder. ¿Lo conoce? Con Suriani y Hugo Posadas estuvimos haciendo durante algunos años "Cara a Cara" y todavía me pregunto cómo nos dejaban hacerlo. El programa iba por la siesta, de dos a cuatro y creo que nunca llevábamos una lista de discos, ni programábamos nada. Eso era por LT8. Fue allí donde solía cruzarme con Monti, que me pedía (mejor me ordenaba) que le preparara algo de Count Basie para su programa del día siguiente. En ese entonces hacíamos un programa con Dante Nasurdi, Coco López, Sven Segovia y otras yerbas de un periodismo que creo es usted el primero en recordar. No me olvido de aquellos con los que trabajé, pero la lista sería demasiado extensa y en todo caso, de ser milagrosamente posible, quedarán esos nombres para otra oportunidad, si es que nuestro país se está pareciendo demasiado a otros países en donde no existen segundas oportunidades. Tengo fe en que cambiaremos, que de alguna manera tenemos que cambiar. Un abrazo es poco para agradecerle. Salinger decía que la felicidad era una manera de viajar y no de detenerse en ninguna estación. Sus palabras me han acompañado en un trecho de este viaje. Las estaciones siguen estando muy lejos.
Gary Vila Ortiz

(*) El autor se refiere a la contratapa de este diario del viernes 14 del corriente, firmada por Candi II, que lo menciona elogiosamente.


Diario La Capital todos los derechos reservados